Sesshin Enero 2015 - Sangha

SANGHA

 

Vivir con el vientre

Estoy muy contento de estar nuevamente en una Sesshin, aquí, entre ustedes. Hemos tenido tantas… y sin embargo, ni rastros. Porque, en verdad, esta es la única Sesshin.

Nada puede compararse a este momento, porque es este el momento en que estamos vivos y debemos ir con esta vida hasta el final, exprimirnos completamente.

La mayoría del tiempo tenemos miedo, entonces exhalamos poquito, guardamos para después. Y así vivimos una vida tibia, monótona, aburrida. Aquí y ahora podemos exhalar completamente, entregarnos completamente a esta vida, a este Dharma.

El común de las personas vive tímidamente, utilizan prácticamente toda su vida gastando su energía y  su tiempo para construirse una jaula. Y allí se acomoda, como un canario. Algunos tienen una jaula linda, costosa, pero en algún momento se sienten encerrados. Han perdido su libertad y lo peor de todo, es que son ellos mismos los que la han construido.

En cierta oportunidad un hombre fue a ver al Buda y le dijo: Por favor Venerable ayúdame, libérame. El Buda le respondió: ¿Quién te ata?

Nosotros mismos fabricamos las rejas, los grilletes, las sogas y hacemos de todo un gran nudo. Nosotros mismos nos complicamos la vida.

Pero aquí y ahora, en esta Sesshin, podemos soltar completamente, liberarnos completamente. Por favor, córtense la cabeza y pónganla debajo de su trasero como si fuera un zafu. Siéntense sobre ella,  déjenla descansar por un rato. Vivan con el vientre, con el corazón. Esta Sesshin es una oportunidad.

 Tener deseos es natural. Los deseos aparecen siempre; y con los deseos aparecen también los miedos. Pero aquí y ahora no tenemos nada que perder, nada que defender, nada que obtener. Aquí y ahora podemos relajarnos completamente y soltar las tensiones innecesarias; mantener recogido el mentón, la mirada tranquila y la respiración suave y profunda. Nada que buscar, nada que obtener.

Fluyendo con la Sesshin, podemos alcanzar nuestra dimensión más alta. Alcanzar la libertad. Liberarnos de nuestros prejuicios y ataduras, de nuestros preconceptos.

 Nadie te esta atando. Es por eso que el maestro Nyojò pudo decir: “Arrojar cuerpo y espíritu”. Y el maestro Dogen responder: “Cuerpo y espíritu arrojados”.   Cuerpo y espíritu sueltos, libres, sin trabas, sin barrotes, sin lianas ni ataduras. Sin pesos en los pies.

El aire esta aquí y está aquí desde siempre. Por momentos está adentro, por momentos está afuera. No lo impidas, no obstaculices tu respiración; no la trabes y déjala ir fácil y profundamente.

Esta es nuestra única Sesshin, nuestra última Sesshin. No hay más. No pienses en mañana o el mes que viene. Aquí y ahora exprímete hasta el fin, hasta el fondo de cada exhalación. Con cada suspiro, hasta el fondo. También el maestro Dogen llamo a esto Jin Riki: La combustión total, la total entrega de sí.

No hay mañana, no hay después. Ahora, Jin Riki

 

Fuse

Fusé significa dar. Sin fuse no hay vida verdadera.

Si ahora mismo no das ese aire que tienes en los pulmones, no recibes aire fresco y la vida se acaba. Fusé es dar; puede ser dinero, puede ser una mirada, una caricia. Puede ser una compañía silenciosa. Lo esencial es dar.

Hacer fusé es un principio de sabiduría porque en la ignorancia el egoísmo siempre pide. Quiere todo para sí y quiere dar poco y recibir mucho. Pero si da poco recibe poco. Es una ley. Si en cambio se da mucho se recibirá mucho. Sensei Deshimaru decía: “Abre tus manos y lo obtendrás todo”. Fuse.

Pero envueltos en el huevo del egoísmo, los hombres tienen miedo y por eso dan poco. Tiene una vida tibia, estancada, como el agua de la tina.

Una vida autentica, rica y plena es darse completamente; porque aquello que das vuelve a ti multiplicado. Vuelve, vuelve, vuelve.

Practicar fusé es ayudarnos a nosotros mismos a abandonar el egoísmo. Es un principio de sabiduría y libertad.

Estando en Bukkokuji, cada 7 u 8 días salíamos en Takuhatsu, la ronda de mendicidad. Mendicidad es una forma de decir, porque lo que hacíamos es ir casa por casa, puerta por puerta a llevar nuestras bendiciones. Como diríamos en criollo: a llevar la buenaventura, la bienaventuranza. Nos parábamos ante una puerta, hacíamos sonar nuestra campanita de mano y recitábamos: “KANZEON NAMU BUTSU YO BUTSU U IN YO BUTSU U EN BUPPO SO EN JO RAKU GAJO-CHO NEN. KANZEON BO NEN KANZEON NEN NEN JU SHIN KI NEN NEN FU RI SHIN.” 

Bendiciones, bendiciones. Bendiciones para esta casa, para los que habitan en ella. Bendiciones. Y entonces la puerta se abría y nos daban dinero o nos daban arroz.  Nosotros preferíamos dinero porque el arroz, a lo largo del día, se iba juntando en el morral y pesaba.

Pero lo que estaba ocurriendo con ese fusé es un ida y vuelta. Es como la vida misma: un exhalar e inhalar, como la vida misma.

Practicar fusé es abandonar el egoísmo, entregarse completamente a la vida.

Estas palabras pueden parecer muy lindas, muy interesantes; puedes hacer un cuadrito con ellas y colgarlas en el living de tu casa. Pero no te servirían de nada. Procura entender. Permite que estas palabras penetren en todo tu ser. Entonces, cuando te pongas de pie, se transformarán en acción. Y eso lo puedas hacer tú y nadie más que tú.

Toda la enseñanza de los Grandes Maestros de la Transmisión, desde Shakyamuni Buda hasta nuestros días, no ha sido otra cosa más que fusé. Ellos entregaron su vida a zazen, transmitieron el Dharma a través de zazen dando, dando, dando. Fusé, fusé, fusé.

Si esto se comprende cabalmente, hay que materializarlo llevándolo a la acción. Hacer  de nuestra vida un gran fusé.

Porque el Dharma ha sido correctamente transmitido pero… El vaquerito lleva sus vacas al río, pero ellas deben beber por sí mismas.

Nadie puede beber por ti, ni respirar por ti, ni vivir tu vida. ”Yo no soy los otros”.

Comprenderlo, dejar que esto penetre y llevarlo a la acción, puede darle a tu vida un giro de 180 grados. Transformarla. Tendrás una vida autentica. Con tropezones, espinas y dificultades como todo el mundo, pero estarás libre del egoísmo, del miedo y de los deseos. Tener deseos y temores es normal, pero tú no te demoras y no te dejas arrastrar por ellos. Los ves venir cuando aparecen y los dejas ir. Atento a la respiración, te entregas completamente a ella, inspiras y exhalas: haces fusé.

Practicar de este modo es una gran liberación.

 

Postura de vida

Un dicho popular dice: En boca cerrada no entran moscas. Yo te digo ahora: En mentón recogido no entran pensamientos.

Los pensamientos entran en tu cabeza cuando la dejas caer. Cuando el mentón está recogido y la cabeza en la misma línea de los hombros, los pensamientos vienen, pasan y se van. La postura es importante: la espalda firme, la cabeza en su sitio, los parpados entornados con la mirada tranquila y las manos juntas en perfecta tensión. Es una postura de equilibrio.

Esta postura de zazen no es solamente una postura “para” zazen, es una postura de vida. Así como es tu vida, así es tu postura. Así como es tu postura, así es tu vida. Corrige tu postura y corregirás tu vida.

Cuando hay muchos pensamientos, la cabeza tiende a caer. Cuando hay muchas ilusiones, la nariz tiende a subir como mirando al cielo, colgándose de alguna nube. Cuando estás melancólico, la cabeza se inclina a la derecha o a la izquierda. Recogiendo el mentón, todo eso desaparece, reencontramos el equilibrio y nos hacemos presentes.

Nuestra vida es limitada. Nacimos y vamos a morir; es normal. Pero en cada uno de nosotros esta la posibilidad de hacer una vida equilibrada, ordenada o hacer una vida arrastrada por el mundo de los fenómenos. Es la misma energía. Pero depende de nuestra postura “frente” a la vida. 

Cuando asumimos una buena postura,  mejoramos nuestra salud.

Practicar zazen es practicar la vida. Es tomar las riendas y hacernos responsables, hacernos adultos. El común de las personas se contenta con casarse, tener hijos, una familia… Trabajan duro, trabajan muy duro para poder irse de vacaciones a Hawái o a La Serena, a embadurnarse la piel con protector solar, a masticar arena, a llenarse el vientre de mariscos, helados, cacahuetes. El común de las personas trabaja duro para ir los domingos al Mall a comprar el arbolito de navidad de plástico, los huevos de pascua. A consumir. A comprarse ese aparatito última generación súper smart; ese que trae de todo, que te recuerda las fechas importantes y que, cuando tus hijos cumplen años, automáticamente les manda un correo diciéndoles: “¡Feliz cumpleaños hijo, papa y mamá que te quieren mucho!”

En su época, el maestro Kodo Sawaki decía: “¿A dónde van corriendo con sus autos veloces?, van a jugar al ping pong”.

Otras personas se inclinan por la espiritualidad, leen libros que los inspiran, buscan caminos como las artes marciales, el thai chi, el yoga, el chamanismo, el tarot, las medicinas alternativas. Van buscando y probando un poco de todo aquí y allá. Pero si profundizan en su búsqueda, todos esos caminos desembocan en el zen.

El maestro Sawaki decía: “El zen es la última estación de nuestra vida”. Cuando has dejado de lado todos los caminos alternativos puedes acceder al zen, a esta práctica de zazen shikantaza. Pero muchos tienen miedo, dudan. Lo encuentran muy difícil, muy árido… como el desierto de Atacama. Lo ven así porque no han podido superar sus prejuicios, sus miedos. Sienten que no tienen dónde apoyarse porque la mente inquieta, temerosa e insegura busca apoyarse en algo o alguien. Se apoya en una cuenta de banco, en un matrimonio, en la familia, en los hijos.  Y ¿Qué pasa? Un día cae la bolsa, el banco quiebra, el matrimonio se disuelve, divorcio, abogados, los hijos crecen y se van…

¡No hay dónde apoyarse!
Sentado en zazen puedes sentirlo: no tienes dónde apoyarte.    Si quieres apoyarte, apóyate en la tierra, sobre tu zafu. Este metro cuadrado es lo único en donde puedes apoyarte.

¿Pero qué pasa? Cuando no tienes dónde apoyarte, ¿Qué pasa?  Tú piensas que te caes. Eso es lo que “Tú piensas”. Es tu mente temerosa buscando seguridad.

Pero no es así. Cuando lo experimentas verdaderamente te vuelves fuerte. Como aceptas que no tienes dónde apoyarte, entonces te vuelves fuerte.

Cuando se habla de fuerte enseguida se piensa en rígido y duro. Pero lo rígido y lo duro sólo son  “aparentemente” fuertes. Lo rígido y lo duro se quiebran fácilmente. Una madera: “Track”. Una barra de hierro: “Eeeeclack”. Una roca: “Crash”.

El agua es verdaderamente fuerte. Y es fuerte porque es flexible. No puedes contra ella. Se adapta siempre, es flexible. Se estira, se acomoda, se encoge.  

Cuando comprendes que no tienes dónde apoyarte, que no hay nada de donde sostenerte  -cuando lo vives y lo practicas cabalmente con tu hara, con tus entrañas- te vuelves verdaderamente fuerte. Practicar zazen de este modo, es volverse fuerte, volverse adulto. Es poder disfrutar de esta vida.

Uno ve a los pajaritos… tan pequeñitos.  Ellos son fuertes. Uno ve esos brotes, esas florcitas amarillas del campo: son flexibles, fuertes. Hay mucho que aprender de la naturaleza. Y sentarse en zazen es mirar en la propia naturaleza.

De nosotros, de cada uno de nosotros depende la forma en que vamos a vivir nuestra vida desde este instante hasta el último aliento. Está en nuestras manos.  Para ello tenemos que profundizar nuestra práctica de zazen, porque zazen nos ayuda a recordar.  Estamos aquí. Aprovechemos entonces este tiempo, procuremos comprender e internalizar lo que significa ser fuertes. Comprender que no sólo es posible vivir sin apoyos ni búsqueda de sostén, sino que es maravilloso vivir de esta manera. Porque la vida adquiere otra luz, otro sentido, otra dimensión.

Corrige tu postura -con paciencia, con perseverancia, con ternura- corrige tu postura y tu vida se corregirá.

 

Los dedos de la mano

El otro día, estando al sol, comencé a mover mi mano y a jugar con las luces y las sombras. Comencé a fantasear y se me ocurrió jugar a que los dedos hablaban.  El dedo mayor decía: “Soy el más alto, el más elegante, todo el mundo se fija en mí”. “Ba, ba, ba” - dijo el índice. “Yo en cambio soy importante, indico caminos, señalo las cosas. Cuando señalo la Luna, la gente me mira a mí.” “A mí - dijo el anular- la gente me quiere mucho. Me regalan cosas, me regalan joyas, anillos que me adornan”.”Oh, la, la -dijo el pulgar- ustedes son todos unos arrogantes. Yo soy chiquito pero soy fuerte. El que se pone delante mío lo aplasto; no como otros que son unos flaquitos esmirriados”. El meñique no dijo nada pero pensó: “¡Uy!, están hablando de mí. No se dan cuenta que yo puedo llegar donde ellos no llegan. Entro en todas las narices, rasco todas las orejas…”

Así somos los seres humanos. Nos creemos el ombligo del mundo y ser lo más importante de todo. “Todo lo que pasa me pasa a mí”. Yo, yo, yo. Dejan de ver la realidad y no se dan cuenta que todos nos asentamos sobre la misma tierra y respiramos el mismo aire. Igual que los dedos de la mano.

Si los dedos de esta historia pudieran dejar de antagonizar, si echaran una mirada en su interior y descendieran profundamente, verían que todos son parte de la misma mano. Que van juntos y que no se los puede separar. Obviamente, cada uno tiene su personalidad y su forma de expresarse –es por eso que se sienten únicos. Pero todos son parte de la mano y cuando logran armonizarse y trabajar juntos, pueden hacer cosas hermosas. 

Lo mismo pasa con la mano izquierda y la mano derecha. Parecen iguales pero son diferentes. La mano izquierda es totalmente analfabeta -no sabe escribir- pero sabe acariciar.

Cada ser tiene sus características, su forma de ser, su personalidad.  Pero cuando pueden ir más allá de su egoísmo, de su personalidad entonces –como los dedos de las manos- se juntan en gassho y al juntarse en gassho todo el universo se armoniza. Devenimos unidad con todo el universo, unidad con todos los seres.

Esa es la fuerza que da la unión. Esa es la Sangha. La Sangha está compuesta por personas -hombre y mujeres- que vienen de distinta madre, por distintos caminos y con distintas historias. Pero al sentarse juntos en zazen, al armonizarse e ir más allá de su egoísmo, se vuelven unidad con todos los seres. ¡Esa es la Sangha!

Y esta Sangha es la que hay que cuidar y proteger porque es uno de los Tres Tesoros: Buda, Dharma y Sangha. Buda es zazen. Dharma es la enseñanza legada por los maestros, de maestro a maestro, de espíritu a espíritu; que en definitiva no es ninguna otra cosa más que zazen. La Sangha es la comunidad de personas que se juntan para apoyarse unos a otros a abandonar el egoísmo, para poder ir juntos y  entrar profundamente en la propia naturaleza. Y comprender que todos somos uno y, aunque nos expresemos en este mundo de forma distinta, no estamos separados.

Estaba el pato en la laguna y el gorrión en el arbolito. Eran amigos, pero a veces discutían. El pato decía: Qué clase de pájaro eres tú que no sabes nadar. Y el pajarito retrucaba: Qué clase de pájaro eres tú que no sabes volar.

Cuando uno se encierra en el egoísmo los roces aparecen, aparecen las fricciones y se puede llegar hasta la guerra y la destrucción. Pero hemos tenido la suerte incomparable de nacer bajo la forma humana y poder así acceder a los Tres Tesoros. No perdamos esto de vista. Estés donde estés, siéntate junto a los otros. Allí donde tú te sientas junto a los otros surge la Sangha. Esa es la verdadera práctica.

Para que esta Sangha estuviera reunida ahora aquí,  fue necesario organizar fechas, viajes, organizar horarios, programar las distintas actividades, las cantidades de alimentos que íbamos a consumir, etc. Y esa estructura nos trajo hasta aquí y ahora está llegando a su fin. Aquello que empezó, ahora está terminando. Eso es normal, natural y sano.

Pero los Tres Tesoros, la práctica de zazen, es sin principio ni fin. ¿Y cómo puedes darte cuenta que zazen es sin principio ni fin? Porque cada vez que te sientas, ahí está. ¡Ahí está! Lo encuentras. Zazen te estaba esperando. Tú andabas por ahí haciendo tus cosas, envuelto en tus devaneos, perdido en tus desvaríos… pero un día dejaste eso de lado y te sentaste en zazen.  Y zazen estaba ahí, esperándote, sin principio ni fin.

No pudimos elegir cuándo nacer, no podemos saber ni decidir cuándo vamos a morir. Pero sí podemos decidir cómo queremos vivir de acá hasta nuestro último momento.

A veces la gente dice: “Mis circunstancias no son buenas”. ¡Cuáles son buenas, cuáles son malas! Es difícil: que la familia tironea de aquí, que el trabajo tironea de allá… se entiende, se entiende. Pero esta vida trascendental, completa y única, en un 99% depende ti. Tú decides si quieres tener una vida de marioneta, arrastrada por los fenómenos, tironeada por los hilos de las ilusiones y las desilusiones o tener una verdadera vida.

Había un viudo que tenía dos hijas; dos niñitas, una de 7 y otra de ocho años. Y porque las amaba, él las cuidaba. Las niñitas eran alegres,  inquisidoras y muy charlatanas haciendo bromas y juegos todo el tiempo. Constantemente le hacían preguntas al padre y el padre estaba volviéndose un poco loco porque ya no sabía cómo responder ni qué hacer con ellas.  Entonces se acordó de un amigo monje, un viejo monje que vivía en el bosque. Fue a consultarlo y el monje le dijo: “Tráelas, tráelas y veremos”.

Así lo hicieron, y mientras el padre hablaba con el monje, las niñas jugaban en un bosquecito lindero a la cabaña.  “¡Ah! Este viejo huesudo se cree muy sabio, tenemos que hacerle alguna pregunta bien difícil que no pueda responder”.  Se reían y jugaban. “Qué podrá ser”.

Estaban en eso, cuando una  bellísima mariposa azul se posó en una hojita, justo al lado.  La más pequeña la atrapó el huequito de sus manos y dijo: “Tengo una idea, vamos a preguntarle si esta mariposa está viva o está muerta. Si dice que está viva, la voy a aplastar y la mato. Si dice que está muerta, abro mis manos y la dejo ir.”  Riendo fueron a la cabaña y le dijeron: “Maestro, acá entre mis manos tengo una mariposa. ¿Podrías tú decirnos si está viva o está muerta?”El monje respondió: “Está en tus manos, depende de ti.”

 

 

Sesshin en Santo Domingo, CHILE
Enero de 2015