Sesshin Noviembre 2014

Combustión total

 

Consumirse

Anoche, pudimos contemplar un hermoso fuego. Un solo leño encendido da luz y da calor, pero cuando son varios los leños que se juntan, forman una verdadera hoguera. Un fuego espléndido cuya luz puede verse desde muy lejos.  Esa es la Sangha.

 Sentarse en zazen solo está bien, es mejor que no hacer nada.  Pero cuando las personas se reúnen en zazen para practicar el no- hacer, cuando se ingresa en el silencio y la quietud, una gran energía  se concentra y esa energía es semejante al fuego de la hoguera. Es por eso que los maestros insistieron una y otra vez en: “Ir juntos”.  Porque esa luz y ese calor se expanden.

Sangha.
 Cuando uno ve un fuego como el de anoche, no puede dejar de percibir la gran energía que de él emana. Esa luz, ese calor, esos leños que se consumen…  y consumiéndose,  producen toda una vida.

Cada tanto dejaba salir pequeños ángeles, pequeños puntitos de luz que espiraleaban y subían como serpentinas hacia el cielo alto. ¡Pura energía consumiéndose! ¡Entregando su vida!

 Tenemos tanto que aprender de la naturaleza.  Nuestra vida debería ser como ese fuego.  Consumirnos  en cada acto, en cada momento, sea lo que sea lo que estemos haciendo. Ir hasta el fin.

Pero tenemos miedos, tenemos deseos, nos postergamos.  Decimos: sería mejor hacerlo de otra manera o tal vez mañana.   Y así, nuestra vida se va.  Nuestra vida está envuelta en nubes, como en un sueño. Una vida de sueño.

 Tenemos tanto que aprender de la naturaleza.  Ayer mismo hablábamos de las aves, hablábamos de las golondrinas que llegan aquí desde California. Tan pequeñitas y sin embargo esa energía las trae hasta aquí, se consumen en cada vuelo, en cada momento de sus vidas. Nos sentimos inteligentes porque hemos creado una cultura.  Nos sentimos inteligentes porque tenemos grandes medios de comunicación.  Pero hemos perdido contacto con la naturaleza, con nuestra verdad naturaleza, con nuestra intimidad.

 Pero eso está ahí y en un instante podemos recuperarlo. Tenemos que dejar de lado toda nuestra inteligencia y ponernos en contacto con lo natural que existe en nosotros, en nuestro entorno.  Entonces la intuición y la sabiduría aparecen.  Nada especial.

 Tenemos tanto que aprender de los gatos, de los caranchos, de los árboles, de las piedras… Solamente tenemos que predisponernos a escuchar.  Abrir nuestros sentidos.  

Predisponiéndonos a escuchar, nos tornamos silenciosos, íntimamente quietos.  Entonces, esa sabiduría que nos rodea, penetra en nosotros; nos llega, nos toca, nos ilumina.  Y de algún modo hace que esa luz, que ya está en nosotros, comience a brillar.

De ahí la importancia de practicar zazen juntos, la importancia de reunirnos de vez en cuando en una Sesshin. Dejar nuestras vidas cotidianas, nuestros enredos  familiares, laborales y entregarnos a esta vida simple y natural. No es necesario hacer nada especial ni hacer ningún esfuerzo. Escuchar, relajarse y dejarse llevar. Aquí está todo, aquí está la sabiduría de siglos y siglos y siglos…

 Sólo tenemos que dejar de impedir, de obstaculizar. Si podemos comprender, aunque sea mínimamente, entonces podremos salir de esta vida de sueño. Abandonar esta vida inútil.

 Aunque vivamos cien años o más, si no cesamos de impedir, será inútil. ¡Pasa tan rápido!

Es por eso que el maestro Dogen dijo: “No pierdas tu tiempo y abócate a la Vía”.  Abocarse a la Vía no es otra cosa que predisponerse a escuchar.  Dejar de seguir nuestras viejas cantinelas, juntarnos con los otros y seguir la vía del Buda; seguir la naturaleza… juntos, juntos, juntos.

Consumirse como el fuego, como el gato, como el carancho, como las golondrinas, como el lago, como la piedra. Consumirse a cada instante. Ir hasta el fin sin medias tintas, sin categorías ni prejuicios.  Simplemente ser uno mismo.

 El maestro Dogen dijo: “Cuando el pájaro vuela en el cielo, él es el pájaro.  Cuando el pez nada en el agua, él es el pez”.

 No hay nada que buscar,  nada que inventar, nada que estudiar, nada que perseguir, nada que alcanzar. Simplemente soltar…  y ser uno mismo. Consumirse. Consumirse en este instante es ir hasta el final con cada exhalación,  morir con ella.  Porque en cuanto mueres completamente, la vida te nutre, te alimenta, te llena completamente.

No pierdas tu tiempo.  La vida pasa rápido, vuela, vuela, vuela…

 ¡No pierdas tu tiempo!

 

Abandonando

Promediando la Sesshin, las defensas comienzan a ceder y nuestras estructuras se resquebrajan. Permitiendo que eso ocurra,  es una buena oportunidad de cambio.

Distintas sensaciones, sentimientos, emociones, imágenes, cosas íntimas comienzan a aparecer en la superficie de nuestra conciencia. Entonces, el estado anímico oscila: No hay que adherir ni rechazar. Hay que dejarlo que fluya.  No demorarse en eso ni darle demasiada importancia. Los estados de ánimo son como ondas en la superficie del agua.

 Seguir el ritmo de la Sesshin ayuda a que esos contenidos puedan emerger. Es importante mantener firme el timón; mantenerse firme en lo íntimo. La firmeza  y la flexibilidad son las dos puntas de una misma vara. Armonizar lo firme y lo débil es un principio de sabiduría. Si hay firmeza interior entonces puede haber flexibilidad y gentileza en lo externo. Pero si no hay firmeza interior, nos diluimos, nos perdemos y nos dejamos llevar por las ondas del entorno; por la opinión de los otros, por las atmosferas y los climas.

Cuando una persona es recia, dura y agresiva, eso indica sin duda que es débil interiormente. Conservando la firmeza interior, podemos ser flexibles y gentiles en el trato.

Flexibilidad es aceptar las cosas tal cual son, adaptarse al momento y a los distintos ritmos que las circunstancias nos presentan.  Pero tiene que estar sostenida por un centro firme; una voluntad y una determinación firmes.  De otro modo seremos arrastrados por los estados de ánimo.

El espíritu de la Sesshin va trabajando sutilmente sobre nosotros, disolviendo nuestras aristas, desarmando nuestras estructuras.  No hay que preocuparse ni asustarse por eso. Si hay firmeza interior no hay problema, por el contrario, cuanto más hondo podamos ir en esta intimidad, más plenos nos sentiremos. 

Recuperamos la libertad. Podemos fluir libre y flexiblemente de instante en instante sin corrernos un solo milímetro de nuestro centro.

Sea lo que sea lo que estemos haciendo en este momento,  tengamos siempre un ojito en la dirección del centro. Vivir con conciencia; recordemos qué hemos venido a hacer aquí.

Qué estoy haciendo aquí, significa en definitiva, qué estoy haciendo en este mundo. ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia en este mundo? ¿Qué es lo verdaderamente esencial y qué es superficial?

Zazen te pone en inmediato contacto con tu verdadera naturaleza. Eso es lo esencial. Lo demás pasa, fluye, se va. En cada respiración nuestra vida se renueva; vamos hasta el fondo con la exhalación y morimos para ese instante para volver a nacer. Entonces renacemos, nos hacemos nuevos.

“Abandonando, tornándose completo”. 
Estas palabras del Maestro Dogen encierran una gran sabiduría.
Abandonando, tornándose completo.
El mismo hecho de abandonar, es tornarse completo.

Aquí ahora: una respiración. Sólo una respiración. Y en cada instante,  sólo una respiración.

 

 

Equilibrio

Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a uno mismo.  Estudiarse a uno mismo es observarse uno mismo.  Observarse uno mismo es olvidarse de uno mismo.  Olvidarse de uno mismo es ser testimoniado por todas las existencias del universo.

Es entrando en el silencio que podemos alcanzar nuestra dimensión más alta.
Los maestros de la Transmisión nos legaron esta práctica de silencio y quietud, nos legaron esta postura.  Equilibrio entre la izquierda y la derecha, entre adelante y atrás, entre el cielo y la tierra. Los seres humanos vivimos entre el cielo y la tierra pero no somos ni completamente tierra ni completamente cielo. Necesitamos encontrar el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu.  Zazen nos permite acceder a esta alta dimensión.

Un instante de equilibrio.
La tarea de observarse a uno mismo-olvidarse de uno mismo, es una tarea de por vida. No tiene principio ni fin. 

En rigor de verdad, es la única tarea que vale la pena.  De otro modo andamos corriendo de aquí para allá detrás de los fenómenos, encandilados por las luces de colores, por las novedades de Internet.  Tratando de escapar de aquello que nos disgusta.  

Pero hemos tenido la dicha incomparable de nacer bajo la forma humana y conocer esta práctica de zazen que nos permite retornar al hogar y reencontrar nuestro equilibrio.

 ¡Es tan fácil perderlo! Es tan fácil enredarse. Porque aunque seamos honestos, nuestra cabeza nos engaña y desorienta.  Pensar y reflexionar está bien, pero el exceso lleva a la complicación.

A través del equilibrio que nos da zazen, podemos vivir una vida simple y natural. Vivir en este Siglo XXI con todo lo que tiene. Somos siglo XXI y es con este cuerpo de 60, 70 kilos que expresamos la Vía, que expresamos el Dharma y la Iluminación. Con este cuerpo de 60, 70, 80, 90 kilos podemos vivir una vida de marionetas -tironeada por los hilos de las ilusiones y los deseos- o una vida real, completa, simple y natural.

Pero esto no se compra en ningún supermercado y no se consigue de una vez y ya está.  Es por eso que la práctica es importante.  Cuando estés triste, preocupado o nervioso: ¡siéntate!  Cuando estés alegre, eufórico: ¡siéntate!  Cuando estés aburrido, asqueado de todo: ¡siéntate!

¡Siéntate!
¡Siéntate!
¡Siéntate!
Encontrarás allí el equilibrio. La respiración, el corazón, la mente  encuentran su equilibrio.

Esta Sesshin está llegando al final. Para poder reunirnos aquí, se creó una estructura de horarios: zazen, comidas, tareas… Esta estructura está llegando a su fin, es normal y lógico porque lo que empieza debe terminar.

 

Pero zazen es sin principio ni fin porque la tarea de conocerse a uno mismo no tiene principio ni tiene fin.  

No pierdas tu tiempo, ya conoces el caminito que te conduce al hogar. No dejes pasar tu tiempo en vano. No esperes a estar angustiado o lleno de problemas para sentarte.  Simplemente hazlo. Siéntate como tomar una ducha o una taza de té.

 

Equilibrio.  
Un instante de equilibrio transforma a toda tu vida.
El momento de zazen ilumina toda tu existencia.
Tú lo sabes, es por eso que estás aquí.
Equilibrio.


Villa La Angostura
Noviembre de 2014