Sesshin Otoño 2011 - Testigo
Estar ahí Testigo I En el I Ching hay una sentencia que dice: “Cuando las cosas no se piden como corresponde las personas no colaboran”. Eso significa que si uno es desconsiderado con los otros, violento o agresivo, los otros actúan en consecuencia. No sólo ocurre en la interrelación con las personas sino también con los objetos. Si somos desconsiderados y violentos con las cosas y utensilios que utilizamos a diario, ellos actúan en consecuencia y se rompen o se golpean. Como si, de algún modo, estuviesen protestando por nuestro mal trato. Si uno camina pisando fuerte, el piso se queja. Si uno no maneja con atención la cuchara en el cuenco, el cuenco y la cuchara protestan. Y pasa lo mismo con cada cosa. Cómo encendemos la luz, cómo abrimos una puerta, cómo cerramos una canilla, cómo nos movemos. Si actuamos a partir de la atención podemos desarrollar el gesto justo. El gesto justo se llama “zanshin”. Practicando zanshin, las personas, los utensilios y todas las cosas colaboran y cada cual cumple su función sin sobresaltos. Esta Sesshin es una oportunidad. Cómo nos movemos, cómo nos sentamos, cómo nos paramos, cómo nos relacionamos con los otros. Porque nuestro accionar produce una reacción, una consecuencia en el mundo inmediato. Y esa consecuencia vuelve a nosotros. De modo que ésta es una buena oportunidad para practicar “zanshin”.
Testigo II Testigo. En este momento eres un testigo. Testigo de lo que está ocurriendo. Testigo de los hechos. No sólo en tu entorno inmediato sino también fuera de la habitación. Testigo de lo que ocurre en tu cuerpo y de lo que ocurre en tu espíritu. Un testigo es un observador. Alguien que puede decir: “Sí, yo estuve ahí, fui testigo”. La raíz de esa palabra proviene de “testículos”. Si tus testículos están aquí entonces tú estás aquí. Cuando se dice testículos se puede decir también ovarios. O también se puede decir culo. Si en este instante puedes sentir tu trasero en contacto con el zafu entonces verdaderamente estás aquí. Porque suele ocurrir con bastante frecuencia que tu cuerpo está aquí pero tu mente está en otra parte divagando, ensoñando, fantaseando... entretenida con las imágenes que produce la mente. Entonces no eres un testigo porque no estás verdadera y completamente aquí. No hay ningún problema en soñar. Algunas personas dicen: “Soñar es lindo”. Pero cuando se crea ilusión, junto con ella está la desilusión. Cuando tu mente está en otra parte y tu cuerpo está aquí hay división y eso es el origen de todo sufrimiento. Ser testigo es estar presente, atento. Y de eso se trata nuestra práctica. Todo consiste en estar atento porque cuando uno está atento no comete errores. Puede disfrutar completamente lo que le toca vivir en ese instante y testimoniar ese instante con el cuerpo y la mente. Pero la atención no la podemos comprar en una tienda. No podemos abrir una cuenta de ahorro a nombre de la atención. O estamos atentos o estamos desatentos, distraídos. Cuando estamos distraídos y nos damos cuenta... inmediatamente nos ponemos atentos. Darse cuenta de la distracción es devenir atentos. Los maestros de la Transmisión, hombres sabios de antaño, crearon la estructura de nuestra práctica. Los distintos momentos de una Sesshin están ahí, pura y exclusivamente, para que tú puedas estar atento. No solamente aquí y ahora en tu postura sentada sino atento cuando comes, cuando haces el samu, cuando paseas por los alrededores, atento, atento, atento. Cuando alguien de afuera, una autoridad, dice: “¡Atención!”, uno se pone atento. Pero no es tuyo, es algo que viene de afuera, de otro. La atención que nace de nuestro interior tiene otra luz. Es comprender que, hasta ese instante, hemos estado desatentos. El instante de retornar al exacto lugar en donde uno se encuentra ahora, eso es atención. Eso es ser testigo. Es por eso que se dice que tu presencia testimonia aquí y ahora el universo entero. Tu cuerpo no está separado del universo. Tu mente y tu cuerpo son, aquí y ahora, el universo entero. En el Genjo Koan, escrito por el maestro Dogen, él dice: Desde nuestro origen, sin principio ni fin, somos buda. Somos uno con todos los seres, uno con el universo. Pero la mayoría del tiempo no nos damos cuenta porque estamos envueltos en nuestro egoísmo. Es normal. Pero la estructura de zazen permite que este huevo egótico se disuelva y que devengamos presencia, testigo de este instante único, completo y total. Olvidarse de uno mismo es ser testimoniado por todo el universo. Es por eso que se dice que la práctica de zazen es alcanzar nuestra dimensión más alta en tanto que seres humanos. Seguir a las distintas facetas de nuestro ego, hoy azul, mañana verde, pasado rosa... Un día bien, otro mal, después más o menos, es también parte de nuestra condición humana. Las dolencias del cuerpo, las tristezas del espíritu son parte de nuestra condición humana. Pero en el instante de sentarnos en zazen podemos ir más allá. Abandonarlo todo y hacernos presencia. Olvidar verde, azul, colorado, lindo, bueno, feo, malo y simplemente sentarnos aquí. ¡Presentes! Uno con todos los seres. Dando testimonio de todo este universo, de todas las cosas. Estudiar la Vía del Buda es estudiarse uno mismo, estudiarse uno mismo es observarse a uno mismo, observarse uno mismo es olvidarse de uno mismo, olvidarse de uno mismo es ser testimoniado por todo el universo. Has tenido la suerte incomparable de nacer bajo la forma humana. Sé completamente humano: disfruta, complícate, sufre, llora, ríe. Si puedes hacer todo eso entonces está bien. Pero no pierdas tu tiempo. Cada vez que puedas siéntate. Siéntate junto a los otros, con la sangha. Siéntate porque en ese acto de sentarte alcanzas tu dimensión más alta. Y cuando alcanzas esta dimensión, después, tus humanos actos cotidianos se hacen menos torpes y sufrientes. Si tú estás aquí quieto, silencioso, respirando tranquilamente, todo el universo cabe en este instante. Testigo.
Testigo III Cuando una persona quiere estudiar música busca un profesor o entra en el conservatorio. A partir de ahí comienza la práctica con el violín o con el piano. Una práctica que implica la repetición de ejercicios monótonos, cansadores, que requieren un esfuerzo hasta que los dedos se van ablandando, haciéndose más ágiles. Y repetir y practicar y practicar. Pero en alguna parte está la meta. Dices: “Me estoy esforzando ahora, me canso, pero sigo porque algún día llegaré a tocar como mi profesor”. Es un error pensar de esta manera porque eso conlleva al sufrimiento. La mente dice: “Sufro ahora pero mañana cuando me reciba, cuando pueda tocar frente al público, entonces voy a estar bien”. Pero esa meta nunca llega porque se va corriendo como el horizonte. Y entonces sufrir es inevitable. Lamentablemente, en general eso pasa con todas las artes, la pintura, el teatro, también con los deportes. La idea del logro, la meta, mañana, el futuro. Y por supuesto pasa también con nuestra práctica de zazen. Persevero en la práctica, si continúo, algún día llegaré a ser como esos antiguos que parece que no les duele nada, que están ahí quietos, completamente quietos y silenciosos. Esa no es una buena práctica. Están creando tiempo y están perdiendo el suyo sentados sobre el zafu. Obviamente practicar es importante. Practicar con paciencia, perseverancia, hacer un esfuerzo constante, sostenido. Pero si sacamos la idea de provecho, la idea de la meta, entonces podemos disfrutar de cada instante, vivir completamente cada instante. Y así, en algún momento, una cierta maestría llega. Llega por sí sola. No hay modo de eludirla. Entonces práctica, practicante y maestría se vuelven unidad. A pesar de que hace ya bastantes años Albert Einstein pudo expresar la teoría de la relatividad del tiempo, todavía no llegamos a comprenderla. O si la comprendemos no podemos vivirla. No podemos comprender el tiempo con la mente porque la mente está dentro del tiempo. La mente dice ayer, hoy y mañana y no puede verla de otra manera. Pero el mañana ya está aquí, el ayer está aquí y no hay ningún tiempo que no haya llegado. Somos presencia, instantáneos. La vida es este instante. Si podemos ir más allá de nuestra mente, podemos vivir el instante con todo lo que el instante trae. Había un par de amigos alemanes, Fritz y Franz, que estaban de paseo por estas tierras. Y como buenos germanos aprovechaban su tiempo para conocer las costumbres y aprender el idioma. Y cada vez que uno aprendía una palabra nueva se la transmitía al amigo. “Hola Fritz, ¿Cómo estás?” “Buen día Franz, ¿Qué hay de nuevo?” “Ayer he aprendido una palabra nueva”. “¿Una palabra nueva? ¿Cuál es?” “Inmediatamente”. “Ah, inmediatamente. ¡Qué linda palabra! ¿Y qué significa?” “Significa que si tu mujer se acuesta con otro, inmediatamente eres un cornudo.” Pero nuestra mente genera las leyes y la ley dice que toda persona es inocente hasta que el delito no pueda demostrarse. Y así entonces un hombre que roba no es ladrón hasta que lo pescan, lo juzgan y lo meten en la cárcel. Y entonces sí, le dan la pena. Pero una persona que roba, que toma algo que no le pertenece, inmediatamente es un ladrón. Una persona que miente es un mentiroso, ins-tan-tá-nea-men-te. Aunque los otros no se den cuenta, aunque no se perciba. Ayer me tocó ser testigo, en el término de pocas horas, de la violencia y el odio. Y luego del amor y la solidaridad. Pude percibir con claridad cómo el péndulo va del odio al amor, Ese mismo movimiento podemos verlo en nuestra intimidad, en nosotros mismos. Amas a una persona y, por más que la amas completamente, en algún momento la estarás odiando. Y cuando estás enojado, iracundo, eres la ira. Y la ira se manifiesta en palabras altisonantes, gestos agresivos. Y luego el péndulo se mueve y vas hacia el afecto y pides disculpas y viene la reconciliación y el abrazo amoroso. Cuando estás en un extremo no puedes ver el otro. Instantáneamente eres la violencia, instantáneamente eres el amor. Sentarse en zazen es tener la posibilidad de ver el cuadro completo. Ver que la vida no se detiene nunca y que oscila y oscila y oscila. Por eso hay una frase zen que dice: “Allí donde no hay buda no te detengas. Allí donde hay buda no te demores.” En el momento en que te descubres distraído te vuelves atento, instantáneamente. Mañana, cinco personas de esta sangha recibirán los votos de bodhisattva. Son personas que vienen practicando desde hace un considerable tiempo. Esforzándose, continuando con paciencia y perseverancia. Y entonces llegan al momento de la ordenación y el momento de la ordenación no es ninguna otra cosa que la manifestación de esa práctica, de ese esfuerzo, de esa paciencia y de esa perseverancia. Y significa que un cierto grado de maestría ha comenzado a aparecer en ellos. Pero hay que estar atentos porque la mente es muy rápida. La mente tiende a pensar que el rakusu y los votos de bodhisattva son una meta. Y cuando se encarna eso es muy fácil que se abandone la práctica. Cuando uno llega a la meta dice: “Ya está, no hace falta seguir; ¿Para qué?” De modo que, si puedo decir algo, traten de dejar pasar ese pensamiento, sacar de su cabeza la idea de progreso. No hay progreso, no hay retroceso, sólo hay este instante. Total, completo. Y la verdadera práctica comienza precisamente cuando uno entra profundamente en este instante y deja todo lo demás. Cuando tenemos una meta en el futuro sólo podemos sufrir. Si hacer los votos y llevar el rakusu es una meta, entonces el fracaso está a la vuelta de la esquina. ¿Para qué tantos días y meses de dolor en las rodillas, de espalda cansada? Instantáneamente aquí y ahora. La vida está ocurriendo aquí ahora. Es un hecho, no hay modo de escapar. Pero la inquieta mente busca escapar. Dice: “Ayer estaba así, mañana voy a estar mejor”. Cuando se crea ilusiones aparece la desilusión. Bodhisattva significa buda viviente. No es completamente un buda. Está vivo. Es un ser vivo con un cuerpo que se mueve, que tiene necesidades, que se contacta con los otros. Un cuerpo que a veces se fastidia, se cansa, se enoja, se pelea con alguien. Luego se reconcilia. Está vivo. Si no se demora mucho en ninguno de esos estados, está muy bien. Porque el péndulo oscila y vuelve al buda. Esto es a zazen. Y en zazen alcanza la dimensión más alta. Dejando pasar los pensamientos, dejando pasar la respiración, abandonándose completamente a la práctica. Entonces cuando el bodhisattva se levanta y sale del zendo vuelve a ser una persona común y corriente. Pero su claridad y su luz son diferentes. No podemos alcanzar la realización sin práctica. No podemos alcanzar la luz imaginando una fuente de luz radiante. Solamente podemos alcanzar la iluminación entrando, penetrando y comprendiendo la oscuridad. Haciéndonos completamente humanos, poniendo el cuerpo aquí y ahora instantáneamente. No busques nada. Sólo siéntate ahora. Deja pasar, deja pasar. Abandona. Abandonar es el modo correcto de tornarse completo. Instantáneamente. Sesshin en Mar de las Pampas |