Sesshin Primavera 2010 - Vida simple vida Zen
Sesshin
Mar de las Pampas
Septiembre – 2010
VIDA SIMPLE VIDA ZEN
Teisho 1
¿Quién es ese que está ahí?
No lo sé.
Sólo observo. Sin miedo, sin ansiedad, sin motivo.
Sólo observo.
Teisho 2
La espalda firme. La cabeza en su sitio. Sueltos los hombros. Tranquila la mirada.
Una respiración…una vida.
La luz de la mañana llega por sí sola.
No te corras de este momento.
Teisho 3
Los que vivimos en la gran ciudad solemos tener la fantasía de que en la montaña o en el campo la vida es más apacible y silenciosa. Evidentemente es una fantasía. Porque allí donde vamos, vamos con nuestras cuestiones, nuestras ilusiones, con nuestros miedos y ansiedades. Y mientras pongamos el problema fuera de nosotros no habrá solución.
El maestro Kodo Sawaki decía: “Los hombres sufren porque piensan que el tesoro está siempre dentro de una caja fuerte”.
Siempre tendemos a creer que hay alguna cosa ahí afuera, más allá, que podrá aportarnos felicidad. También solemos pensar que el enemigo está allá afuera, en los otros. Que es aquel, el vecino, el que me perturba.
Una Sesshin es la oportunidad para mirar en la propia naturaleza. Para dejar de alimentar fantasías e ilusiones. Mirar en la propia naturaleza y observar sin opción es terminar con todas las fantasías e ilusiones.
Todo lo que necesitas está en ti. La solución a todos tus problemas está en ti. Y entonces, la posibilidad de quedarnos quietos y silenciosos nos permite hacer esa observación.
La práctica de zazen es el corazón, la esencia de nuestra práctica. Pero también el samu es práctica. Salir a correr en la mañana es práctica. Comer es práctica. Lavar los cuencos es práctica.
Cada instante es una oportunidad para estar con nosotros mismos, para compartir con los otros este instante. Y al mismo tiempo observar cada gesto, cada momento, cada situación.
Hay una buena atmósfera aquí ahora.
Constantemente en nuestro espíritu anhelamos la paz. Pero no podemos luchar para conseguir la paz, porque precisamente la paz aparece sola y por sí misma cuando dejamos de luchar.
Aquí ahora podemos soltar las tensiones innecesarias. Abandonarnos completamente a este único hacer.
El maestro Dogen dice en uno de sus principios: “Vivir sobriamente y no apegarse a la comida ni a los vestidos”.
Aquí ahora, aunque sea por unos días, podemos vivir sobriamente. Sin malgastar nuestro tiempo. Sin perturbar la atmósfera ni la naturaleza. Sentarnos sobriamente, comer sobriamente, dormir sobriamente. Porque después cuando volvamos a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestro círculo, algo de todo esto queda en nuestra médula, en nuestras células. Y se transporta y se transmite.
Normalmente deberíamos comer para alimentar nuestro cuerpo, para sostener nuestra salud. Vestirnos para abrigarnos, para protegernos del frío. Pero no pocas veces solemos comer por gula y vestirnos para adornarnos. No hay nada de malo en ir a un buen restaurante, pedir un buen vino, una buena comida. No hay nada de malo en comprarse el último modelo en zapatillas. Pero en la medida en que nos corremos de esta sobriedad abrimos la puerta al sufrimiento.
Una de las cosas que me atrajo de esta práctica es su sencillez, su sobriedad y su simpleza. Vida simple, vida zen. El gesto justo en cada momento. Y entonces el gesto justo se transforma en la acción correcta. No abrigarse de más, no abrigarse de menos; no comer de más, no comer de menos; no dormir de más, no dormir de menos...
Estar con los otros, con el grupo, sin ser absorbidos por la masa. Estar con los otros sin perder el ojo que mira en la propia naturaleza. Porque, si bien cada uno de nosotros es diferente, los otros no están separados de ti. Esencialmente todos tenemos los mismos problemas, los mismos dolores. Pueden manifestarse de formas diferentes y en diferentes partes del cuerpo o del espíritu, pero básicamente es lo mismo.
Esta es nuestra oportunidad.
Si vinimos con ilusiones es mejor dejarlas caer. Y simplemente quedarnos aquí en donde estamos ahora. Vivir y disfrutar completamente este momento. Sin prejuicios. Simplemente quedarnos aquí y dejar que la onda de la Sesshin nos transporte. Es la mejor forma de abandonar el egoísmo.
Los últimos años de su vida el maestro Kodo Sawaki vivió en un pequeño templo, en la montaña, que se llama Antai-ji. Finalmente estuvo muy enfermo, lo internaron y murió. Murió en 1965, por lo tanto es un maestro de nuestras generaciones, de nuestro tiempo.
Cuando Sawaki murió, en ese Antai-ji hicieron una Sesshin de 49 días. Cuarenta y nueve días dedicados exclusivamente a zazen. Dedicados a estar en contacto con la propia naturaleza. Ese fue el mejor homenaje que se le puede hacer a un maestro.
Porque ese fue el legado del maestro Sawaki: zazen por zazen. Nada especial, pero un gran regalo.
Aquí nosotros tenemos una Sesshin cada mes. No son muy largas. Tampoco son cortas y no matan a nadie. Pero con esto seguimos a los grandes maestros. Con esto abrimos la puerta a la oportunidad de tener una vida sobria, equilibrada y armoniosa. Y cuando se habla de equilibrio y armonía no se habla de una vida Walt Disney. Se habla de una vida donde se armonizan lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, el sufrimiento y las alegrías. Dar un salto e ir más allá de todo esto.
Esta simplicidad de nuestra práctica la acerca a nuestra vida humana. Es muy simple y sencilla. Clara y simple como un vaso de agua. Requiere de nosotros tener sed. Y cada uno ha de beber con su propia boca, con su propio estómago.
Estos pocos días dedicados a la práctica es un gran regalo de los maestros. Tenemos que aprovecharlos y beber con esta boca, sentarnos con este cuerpo.
Sesshin (igual) Oportunidad. En la medida en que podamos aprovechar estas oportunidades, hacer este contacto esencial, nuestra vida presente y nuestra vida futura puede tomar un cariz completamente diferente.
(Se escuchan sonidos que llegan de una obra vecina)
El martillo, el clavo. ¿Quién produce el sonido? El ave, en lo alto del árbol, no se molesta por la sierra eléctrica. No se molesta con nuestra presencia. Todo se armoniza perfectamente.
Mira en tu propia naturaleza.
En este instante la armonía aparece.
Deja de luchar.
Deja de resistir.
Simplemente suéltalo.
Estás aquí. Quédate aquí y no pienses que el tesoro está en una caja fuerte. El verdadero tesoro, la verdadera joya preciosa está aquí, exactamente aquí ahora. En ninguna otra parte.
Suéltalo.
Una respiración.
Suéltalo.
Teisho 4
A veces la gente nos pregunta por qué comemos en silencio. Y la respuesta es muy simple. No es filosófica ni religiosa ni esotérica. Es una respuesta práctica. Lo hacemos en silencio porque la comida entra por la boca y las palabras salen por la boca. Entonces comemos en silencio porque preferimos no hacer al mismo tiempo estas dos acciones antagónicas.
Lo que uno come, los alimentos, su preparación y, sobre todo, cómo se los come son de una gran importancia. Al hacerlo en silencio, la asimilación en nuestro organismo es mucho mejor, más saludable.
También la palabra es importante. Cuando se dan las condiciones, en el momento justo, hablar es una forma de expresar lo que sentimos o lo que necesitamos.
Es por eso que hay un proverbio que dice: “Mira bien lo que pasa por tu boca.”
Teisho 5
Dejar pasar los pensamientos. Observa cómo aparecen en tu mente. Observa cómo se van. Déjalos ir.
Dices “bien” y luego dices “está mal”.
Pero observa. Observa ahí, entre bien y mal.
¿Qué hay ahí?
¿Qué hay entre bien y mal?
Nada.
Tampoco digas “nada” porque “nada” es un pensamiento.
Tampoco digas “todo”.
Sólo observa.
¿Qué hay entre todo y nada?
Siente ahora tus manos. Tal vez están tensas, tal vez están flojas. Ajústalas hasta encontrar la tensión justa. Estira la espalda, recoge el mentón. Cervicales, dorsales, lumbares, sacras, coccígeas. Ahí, en esa zona del vientre en donde ahora apoyas tus manos, corresponde a la región sacra. La región sagrada, tu parte más íntima.
Aquí está la mañana avanzando por sí misma. Los pájaros presentes.
Aquí en este espacio sagrado, íntimo, no hay futuro. Tampoco hay pasado. No hay bien ni mal. Sólo presencia. Suéltalo todo y permite que crezcan raíces en esta presencia. Enraízate, íntima, profundamente en este instante.
Tú no haces nada y, sin embargo, todo fluye. No estás intentando respirar y, sin embargo, el aire va y viene sin esfuerzo ni impedimento. El corazón late por sí mismo. La luz avanza por sí misma.
Echa raíces en este instante. Y porque en este instante estás completamente quieto y silencioso te mueves con todo el universo, con todos los seres. Todo fluye sin prisa, sin pausa, sin demora. Creación – destrucción – creación – destrucción – creación – destrucción. Fluye, fluye, fluye y tú fluyes con todo el universo, con todos los seres.
En este instante no hay dolor, ni principio del dolor, ni fin del dolor. Sólo presencia.
Escucha.
Siente.
Observa.
Es por eso que los antiguos le llamaron a esta postura la postura sagrada.
Aquí ahora la vida se manifiesta en todo su esplendor. No interfieras. Deja pasar los pensamientos, no interfieras. No te prives. El aire va y viene. Fluye la postura. Fluye la respiración. Fluye la mente. Todo fluye en completa armonía, sin nada de más ni nada de menos. Sólo intenta no impedir.
Echa raíces y déjate ir. Suéltalo. Entrégate a este “no hacer”, porque en este “no hacer” la vida completa se realiza. Entonces, en este instante, tocas la eternidad. La eternidad es apenas un instante. Un instante eterno.
¡Aquí!
Aquí.
Sin prisa, sin pausa, sin demora, sin objetivo ninguno.
¡Aquí!