Sesshin Otoño 2010 - Shikantaza

Sesshin
Mar de las Pampas
Mayo – 2010

Shikantaza

 

Primer Teisho       

Shikantaza. 
Sea lo que sea el motivo que te ha traído aquí, tienes que dejarlo.

Sólo sostén ahora en el hueco de tus manos esta palabrita: “Shikantaza”. Sólo sentarse. Déjalo todo y sólo siéntate. No digas “eso está bien, eso está mal”. Sólo practica Shikantaza. Lleva contigo esa palabrita durante toda la Sesshin.

No te preocupes. Deja pasar tus pensamientos. Deja pasarlo todo y sólo Shikantaza.

Sin motivo ninguno, sin búsqueda ninguna. Sólo disfruta este momento. Sea lo que sea este momento. No pienses en lo que pasó, no pienses en lo que dejaste, no pienses en lo que viene después. Sólo Shikantaza. Sentado en lo alto de este instante. Sólo por un instante, Shikantaza.

Incluso no pienses: “Debo practicar Shikantaza”, porque entonces se transformará en un deseo. Déjalo pasar, suéltalo, suéltalo. Sólo practica el instante. Y cada instante, si estás atento, te dirá lo que tienes que hacer.

Deja que el cuerpo te guíe, sigue a la Sangha, sigue el ritmo de la Sesshin. No es fácil y no es difícil. Pero si te relajas será mucho más sencillo.

Si quieres hacer una larga caminata es mejor aligerarse los hombros, vaciar la mochila. Y cuanto más alto quieras subir más lastre tendrás que dejar. Déjalo todo ahora. Vacíate, como vacías tus pulmones en esta respiración ahora.

Shikantaza. 

La mente puede decir: “vacío mis pulmones para que se vuelvan a llenar con aire fresco”. Es correcto, pero eso es sólo una explicación. Si recoges ahora tu mentón, sueltas tus hombros y observas cómo el aire va y viene a través de tus fosas nasales… no hay motivo. Simplemente es algo que ocurre de un modo natural.

Shikantaza.

La práctica de la Vía no es fácil ni difícil. Requiere de tu presencia aquí y ahora. Y cuanto más ligero estés, cuanto más liberado de tus deseos, más fácil será el viaje. Podrás disfrutar de este momento.

Sólo sentado. Escuchando una voz que habla. Escuchando a lo lejos el rumor del mar mientras la noche cae, sin hacer nada especial. Simplemente ocurre. Simplemente esto está sucediendo ahora.

El aire va y viene. Fluye sin prisa, sin pausa, sin demora. Del mismo modo fluye la sangre en tus venas.

Shikantaza.

Sostén entre tus manos Shikantaza.

 

Segundo Teisho

¿Qué pasa, muchacho? ¿Qué pasa, chica?

Tu espíritu está inquieto. Entonces te mueves, tratas de escapar de la incomodidad y el dolor. Y por momentos parece que lo logras pero al instante vuelve. Y cada vez más inquieto y cada vez más movimiento. Como un gato atrapado en una red.

Pero tus movimientos no te llevan a ninguna parte. No puedes escapar. Es como un círculo vicioso, un callejón sin salida. Y el momento se hace cada vez más difícil. Por más que lo intentes y lo intentes no lo lograrás. No podrás liberarte de esa red. No podrás liberarte de esa incomodidad, de esa ansiedad.

Entonces mejor soltarlo todo. Observa. En el instante en que comprendes que estás atrapado, pero que al mismo tiempo tú eres la red -que la red y tú son la misma cosa- en ese instante la liberación aparece.

Exactamente ésa es la práctica de Shikantaza. Comprender que no hay nada que valga la pena hacer. Que es mejor practicar el “no hacer”. Simplemente soltarlo todo y quedarse ahí, exactamente en el lugar en donde te encuentras ahora. Porque tus movimientos no te llevan a ninguna parte, no producen nada, salvo más ansiedad y angustia.

Entonces suéltalo, inténtalo.

Shikantaza.

Comprender que luchar para escapar es inútil, es un punto importante. Pero no porque otro te lo diga. Simplemente debes penetrar en esta cuestión por ti mismo. Soltar las tensiones innecesarias. Despejar tu mente. Profundizar la respiración y entregarte completamente a este devenir.

¿Escuchas esas aves? Ellas están diciendo “Suéltalo, suéltalo, suéltalo. El día está hermoso, fíjate. Hay sol, la brisa es agradable. Suéltalo, suéltalo. Entrégate a la vida. Deja de enredarte en tus cuestiones personales, en tus puntos de vista, en tus miedos, en tus deseos. Suéltalo, suéltalo, suéltalo”.

 

 

 

 

 


No puedes escaparte de esa red. No puedes mejorarte, no puedes empeorarte. Pero hasta que no lo comprendas, continuarás envuelto en el sufrimiento.

Suéltalo, suéltalo, suéltalo, suéltalo, Shikantaza.

Todo lo que necesitas está aquí ahora.

Despeja tu mente. Deja pasar los pensamientos.

Toda la naturaleza está gritando ahora: “Suéltalo, suéltalo, suéltalo... entrégate a la vida”.

No fuerces nada. Sólo conténtate con sostener la postura. No dejes que tu mente divague. No interfieras. Quédate aquí un instante porque aquí está ocurriendo todo. Aquí ahora, en este instante, la vida se está manifestando y lo está haciendo para ti. Pero si estás envuelto en una lucha no puedes apreciarla.

Suéltalo, suéltalo, suéltalo, suéltalo.

La inquieta mente siempre está creando algún obstáculo. La inquieta mente busca seguridad. Si por ella fuera estarías todo el tiempo inspirando, inspirando, inspirando. Jamás exhalando. Porque exhalar es morir. Exhalar es entregarse a este instante completamente sin ninguna defensa, sin ningún preconcepto.

 

 

 

 


Pero las aves te dicen: “suéltalo, suéltalo, suéltalo”.

Deja caer tus resistencias. En el instante en que tu mente se despeja, que tu respiración se profundiza, la red se disuelve completamente. No es necesario hacer nada especial. Sólo dejar de luchar. Dejar pasar los pensamientos. Dejar pasarlo todo. Permitir que la vida se encargue.

Sólo por un instante, ahora.

Suéltalo.

 

 

Tercer Teisho

(Cotorras parloteando. Palomas arrullando.)

¿Estás escuchando? ¿Comprendes lo que dicen?

Si verdaderamente estás escuchando entonces no hace falta comprender.


Para poder escuchar hay que estar en silencio. Íntimamente silencioso. Así el mensaje te llega. Si verdaderamente estás escuchando, ellas están diciendo todo lo que necesitas saber.

 

Cuarto Teisho

En el día de mañana no tendremos samu. Dedicaremos la jornada exclusivamente a zazen. A practicar el “no hacer” de zazen.

Hacer es fácil. Depende de la voluntad. Prácticamente cualquier cosa que uno se proponga hacer, de algún modo finalmente se lo logra. Depende de nuestra voluntad.

Pero “no hacer” no depende de nuestra voluntad. Está más allá. Es por eso que algunas personas encuentran que zazen es difícil.

La mayoría de las cosas esenciales de nuestra existencia están más allá de nuestra voluntad. Dormir, comer, amar, despertar no dependen de nuestra voluntad.

A veces algunas personas tienen insomnio. Y cuando no pueden conciliar el sueño hacen todo tipo de cosas para intentar dormirse. Leer un libro, ir a la cocina y tomar un vaso de leche, ver una película por televisión, meterse en internet, contar ovejas. Pero ninguna de estas cosas logra que la persona se duerma.

Todo este hacer, cada uno de estos “haceres” la alejan más y más y más del sueño. Porque el sueño aparece cuando uno deja de hacer. Cuando uno suelta completamente. Éste es un punto importante: el soltar, el entregarse completamente. ¿Comprendes?

En el lenguaje coloquial solemos decir “hacer el amor”. No podemos hacer el amor. El amor no depende de la voluntad. Si dependiese de la voluntad sería muy fácil. Todos los hombres tendrían siempre su erección. Todas las mujeres tendrían siempre su orgasmo. Pero precisamente el orgasmo aparece cuando se suelta. Cuando se deja de hacer.

También, y es una forma de decir, “hacemos zazen”. “Vamos a hacer zazen”. Zazen no depende de nuestra voluntad. Si dependiese de nuestra voluntad todos tendríamos el satori. Sería muy fácil. La voluntad puede traernos hasta el borde de zazen, pero a partir de ahí tenemos que saltar, soltar y entregarnos completamente al “no hacer”. Entregarnos al devenir. Y entonces -como el sueño, como el amor, como el despertar- aparece cuando aparece. Y lo posibilitamos cuando dejamos de buscar, cuando dejamos de hacer y nos entregamos al “no hacer”. Y esto esShikantaza. Sólo sentarse.

La voluntad te trae tic, tic, tic... subiendo peldaño tras peldaño las escaleras hasta entrar y sentarte. Y ahí tienes que soltar. Soltar completamente, entregarte completamente a esta sola y única respiración.

En el lenguaje popular, al orgasmo suele llamársele morir. Morir es entregarse totalmente. Es la muerte del ego. Si el ego está, está haciendo algo. Esa es su característica porque su función es el hacer. Entonces, esa cosa esencial no aparece.

Cuando tú te sientas tienes que morir. Es por eso que al despertar también se lo llama dar a luz o nacer. Para dar a luz o nacer hay que morir. El ego tiene que morir, la voluntad tiene que morir. Soltar completamente. Y en el instante de soltar, de dejar de hacer, la red que nos envuelve se disuelve. No es fácil. No es difícil. No se lo puede explicar. Pero cuando dejamos de hacer, entonces aparece.

El día de mañana, del amanecer a la noche, lo dedicaremos a esta práctica de Shikantaza. No la dejen pasar. Manténganse silenciosos, la mirada baja. Porque es en ese silencio que los sentidos se abren. Y los sentidos están ahí, muy cerca, muy, muy cerca de nuestra intuición. Para que los sentidos aparezcan en todo su esplendor tenemos que hacer silencio, dejar de hacer.

Una estructura fue creada para que el día de mañana no tengas que hacer otra cosa más que practicar este “no hacer”. Simplemente seguir los sonidos. Suena el madero, zazen. Suena la campana, despertar. Suena el metal, comer. Simplemente seguir, seguir a los otros, fluir.

Mañana es un día para hacer la plancha. Para dejarnos llevar por la corriente. Ningún esfuerzo. Cuanto más puedas desaparecer, cuanto más puedas morir, cuanto menos puedas “hacer” será más fácil. La corriente misma de la Sesshin te llevará, junto con todos los seres.

Una respiración. Una vida. Una oportunidad. 



Nacer es un instante.
Morir es un instante.
Dormirse es un instante.
Iluminarse es un instante.

No lo puedes buscar. No depende de tu voluntad.


Una respiración ahora. Suéltalo. Suéltalo. Entrégate. Deja caer tus resistencias. Nada que perder. Nada que defender. Relájate y permite que la corriente del Dharma te lleve.

Shikantaza.

 

Quinto Teisho

Se trata de ti.

Cuando te enredas en tus pensamientos, cuando sigues la vía personal el dolor aparece. Pero tienes la posibilidad de sentarte, de compartir con los otros un momento de quietud y silencio. Quedándote quieto, tornándote silencioso comienzas a escuchar, comienzas a ver. Comprendes que se trata de ti. Que casi siempre eres tú el que está haciendo todo este lío.

Hasta hace un rato había dolor. ¿Dónde está el dolor ahora? ¿Dónde se va el dolor cuando el dolor no está? Y cuando está ¿de dónde viene?

Se trata de ti.

Pero en tus manos está la posibilidad de comprender. Y aunque sea de tanto en tanto, hacer una Sesshin. Abandonar por un rato la vía personal y seguir las enseñanzas de los grandes maestros.

Y fueron grandes no porque hayan inventado grandes cosas. Fueron grandes precisamente porque lograron penetrar en el silencio. Penetrar en su propia naturaleza y descubrir que todo está perfectamente bien como está. Que todo está en perfecto equilibrio. Y que la mayoría del tiempo es este ego el que está haciendo lío, el que está complicando las cosas, el que no puede relajarse. El ego va y dice: “¿pero cómo hago para relajarme?” Él quiere un método. Pero no hay método. Simplemente comprender que se trata de ti.

Cuando percibes tu respiración ahora, el corazón latiendo ahora, cuando el silencio te va penetrando hondo, hondo, hondo, el dolor desaparece. La vida te cura. Esta energía transforma toda tu vida.

Cientos y cientos de libros se han escrito sobre el Zen. Pero ninguno de esos libros vale lo que vale este instante aquí ahora en este cuerpo, en estos huesos, en esta médula.


Si te permites entrar en el silencio, podrás comprender cabalmente con todo tu ser. Y esa experiencia no te podrá ser arrebatada jamás. Nadie puede quitártela.

Nadie puede enseñártela. No puede aumentar ni disminuir.

Aquello que comenzó, en algún momento termina. Esta Sesshin llega a su fin. Cinco días completamente consumidos. ¿Dónde están? Pero si aunque sea por un instante has logrado tocar, penetrar tu intimidad… Si aunque sea por un instante has contactado la naturaleza, tu propia naturaleza se ilumina. Te vuelves uno: cuerpo- espíritu- universo.

Todo está perfectamente bien, todo está en perfecto equilibrio. Sin nada que agregarle ni nada que quitarle.

Nuestra inquieta mente tiende a pensar que la verdad está lejos en alguna otra parte, en los libros, en las filosofías. Pero si te quedas quieto, quieto, quieto, completamente quieto ahora, podrás ver, comprender, sentir que tu dedo meñique avergüenza a toda la filosofía, a todas las palabras eruditas.

Un pequeño grano de arena reúne todo el universo.

Tú estás aquí ahora. Si por un instante tocaste esta verdad intenta recordar: Shikantaza. Sólo sentarse. No exclusivamente en zazen sino más allá, con tu familia, con tu trabajo, en el ir y venir de la calle. Sólo haz eso que estás haciendo, en el instante en que lo estás haciendo. Inténtalo.

Se trata de ti.

Suéltalo.
Déjalo ir.

Un instante.
Sólo un instante.