Sesshin Septiembre 2007 - La luna sobre el agua
La luna sobre el agua
Sesshin Mar de las Pampas
Primer Teisho
Con este zazen damos comienzo a la Sesshin de primavera. Esta noche y todavía mañana, otras personas van a incorporarse. A todos les damos la bienvenida. Cada uno de los que vendrán, los que ya están aquí, viene de distintos lugares y circunstancias. Pero todos están aquí para alcanzar su dimensión más alta.
En estos días procuraremos mantener el silencio. Mantenernos juntos. Cada uno de nosotros es diferente, pero si vamos juntos es más fácil. Podremos armonizarnos rápidamente, no sólo con los otros, sino con toda la naturaleza.
Cuando se está silencioso es fácil estar atento.
Cuando se está atento no se cometen errores. Y si alguno se comete, es fácil advertirlo y corregirlo enseguida.
El mejor modo de estar atento es mantenerse íntimamente silencioso.
Este lugar, en donde estamos ahora, se llama Despertar. Este Despertar no es el despertar de cuando suena el despertador en la mañana y te levantas. Tiene otro significado. Significa: “Dar a luz, Nacer”. Entonces, en estos días, tenemos la posibilidad de “dar a luz” a este sí mismo que, en esencia, ya somos. La oportunidad de “nacer” a una nueva vida.
Es por eso que estamos aquí, juntos, para ayudarnos unos a los otros. Para compartir el silencio, la naturaleza y la vida que fluye ahora en nuestras venas.
Mañana temprano saldremos a correr. Aquel que no pueda correr, puede trotar. Y si no puede trotar, puede caminar. Lo importante es salir todos juntos y aprovechar este contacto con la naturaleza. Ella es diferente a nosotros, pero no está separada de nuestra propia naturaleza.
Cada momento de la Sesshin es una oportunidad para alcanzar la dimensión más alta.
Si me dejo llevar por ideas egoístas, si quiero hacer mi propia voluntad, estos días pueden volverse difíciles. Pero si abandonando todo egoísmo me uno y sigo a los otros, al ritmo de la Sesshin, todo se vuelve más fácil y simple.
Estar silencioso es estar atento.
Estar atento es estar silencioso.
Cuando esto ocurre, natural y automáticamente, me pongo en contacto con todos los seres. Me vuelvo uno con todos los seres. En un instante es posible despertar. Y si uno puede despertar en un instante, entonces años y años de angustia, ansiedad y sufrimiento desaparecen.
Un embarazo tarda nueve meses, un parto puede demorar algunas horas, pero dar a luz es un instante.
Y ese instante puede ser ahora, aquí.
Segundo Teisho
El maestro Dogen escribió: “Incansablemente, las ondas se forman sobre la superficie del agua. Pero no pueden borrar la sombra de la luna que mora en ella”.
Aunque las aguas se agiten, la luna siempre se refleja.
El agua simboliza nuestra mente ordinaria. Las ondas son los pensamientos que la agitan. La luna reflejada es la conciencia cósmica.
Aunque estemos absorbidos y envueltos por los pensamientos, esta conciencia cósmica siempre está ahí. Es por eso que, cuando nos sentamos en zazen y permanecemos perfectamente quietos y silenciosos, esta conciencia cósmica nos ilumina. Nos ponemos en contacto inmediato con nuestra verdadera naturaleza y con todo el universo. Es por eso que se dice: “Zazen nos hace verdaderos”.
Cuando hay muchos pensamientos, ondas en la superficie del agua, parece que la luna se quebrara. Y entonces es posible ver reflejada sobre el agua muchas lunas. Ese es el principio de nuestro sufrimiento. Hacemos diferencias y categorías, tenemos opiniones. Y de ese modo –fragmentados- prolongamos nuestro sufrimiento.
Cuando llegamos aquí y vemos el programa de actividades, leemos: Despertar, Correr, Ejercicios, Zazen... Genmai. Es la luna fragmentada.
No hay diferencia entre sentarse en zazen, sentarse a comer, salir a correr... sentarse en el inodoro, moverse en la actividad del Samu. Se trata de la misma práctica y, esencialmente, se trata de ti.
Pero las ondas de la mente se agitan y parcelamos, dando continuidad al sufrimiento. Más allá de esta mente que fluye y fluye, la luna siempre está ahí. Nuestra conciencia cósmica siempre está ahí.
Cada vez que detenemos nuestro agitado ir y venir, despertamos y todo se vuelve unidad. Así, cada instante es un instante de vida. Verdadera práctica.
Algunas personas suelen decir: “Últimamente he aflojado en mi práctica porque tengo muchos problemas laborales y familiares”. La familia, el trabajo... no están separados de nuestra práctica. Nuestra práctica no ha de estar separada de nuestra actividad cotidiana. Porque cuando las vivimos separadas -como dos cosas distintas- no podemos hacer otra cosa más que sufrir. Tironeados de aquí y de allá. Es sólo nuestra ignorancia la que dice: Zazen y vida cotidiana, espíritu y cuerpo.
Aquí y ahora, tal vez podamos comprender. Soltar toda tensión innecesaria y aquietar las aguas de la mente.
Sea como sea este instante, la conciencia cósmica se está reflejando en ti. Te ilumina. Pero si te entretienes con los pensamientos, si discutes con ellos, tu vida se fragmenta. Si podemos comprender que, aunque se manifieste de modos diferentes, esa luz está siempre ahí, este Dharma transforma toda nuestra existencia. Si comprendemos, podemos entregarnos al Dharma de corazón. Poner el cuerpo. Tal vez este cuerpo esté doliendo ahora un poco, pero así y todo nos entregamos. Entonces el Dharma te transforma.
Cuando vinimos por primera vez a este lugar, era un bosque lleno de altas malezas. Nos metimos entre esas malezas y llegamos hasta la sombra de un pino. Y ahí, luego de mirar en derredor, nos sentamos quietamente por un rato. Luego recitamos unos Sutras. El pino está ahí todavía, la maleza ha desaparecido y el paisaje transformado. Se ha transformado en un lugar de trabajo, un lugar de práctica, un hogar familiar. De ese modo: hogar, trabajo y práctica devienen uno.
Si comprendemos esto íntimamente, trabajo, hogar y práctica se volverán uno. Exteriormente pueden aparecer como cosas diferentes, necesitan una actitud diferente, pero en lo íntimo son sólo vida. ¡Nuestra vida! ¡Práctica de vida!
HO TEN GA, el Dharma transforma a la persona. GA TEN HO, la persona transforma al Dharma.
Incansablemente las ondas se forman sobre la superficie del agua... nuestra mente se agita. Pero no pueden borrar la conciencia cósmica que la ilumina.
Déjalo ir, suéltalo. Observa el fluir de tu respiración. Esta respiración, aquí y ahora, está absolutamente ligada a la respiración de todo el universo. Este bosque, esos pájaros, este aire no están separados de ti. Tú no estás separado de los otros.
Una respiración. Todo el universo respirando en ti. Siempre es así. Pero si estás ansioso, preocupado, entretenido con tus pensamientos te lo pierdes.
Suéltalo completamente ahora. La luna reflejada en el agua no se moja. El reflejo de la luna no quiebra el agua.
Nuestra mente fragmentada nos hace ver como dos cosas diferentes al Buda y nuestra vida de hombre común. Pero no hay Buda fuera del hombre común. Nuestra vida de todos los días ya es una vida iluminada. Sólo tienes que soltar, relajarte, dejarte fluir y entonces: práctica y vida cotidiana se vuelven uno.
Aquí y ahora, todo los fragmentos se disuelven y devenimos uno con todos los seres. Uno con todo el universo.
Tercer Teisho
Incansablemente las ondas se forman sobre la superficie del agua. Y sobre estas ondas, la luna se multiplica en mil lunas.
Ese es el problema de los hombres. Sólo miran una parte, sólo la superficie. Y entonces se dicen: “Hay muchos mundos: Mi casa, la oficina, la familia, los niños en la escuela, la enfermedad de los padres ancianos, la violencia en las calles... muchos mundos.” “Tengo muchos problemas”, dicen. Y yo les digo que los problemas siempre aparecen y que están ahí para ser enfocados. Pero si se los mira con mente ordinaria y superficial, buscándole una solución creamos un nuevo problema.
Cuando mi hijo era pequeño, solíamos salir a caminar por las calles de la ciudad. A veces mirábamos al cielo y la luna estaba ahí, sobre nuestras cabezas. Seguíamos caminando un largo rato y, si volvíamos a levantar la mirada, la luna estaba ahí, sobre nosotros. Mi hijo decía: “Viste, la luna nos sigue a todas partes.”
A su manera, él estaba expresando una gran verdad. La conciencia cósmica nos sigue a todas partes. Siempre que podemos detenernos, quedarnos quietos y silenciosos, ella está ahí. Siempre está ahí. Pero la mayoría de las veces sólo vemos fragmentos. Mundos, mundos, problemas, complicaciones, alegrías, penas... y así pasamos del cielo al infierno. Nos demoramos un poco en el purgatorio, para saltar otra vez al cielo y luego al infierno. Ilusiones, desilusiones. Levantadas, caídas, tropezones. Queremos solucionar nuestro problema y creamos un nuevo problema. Cielo e infierno lo creamos en nuestra mente de instante en instante.
Cuando nos quedamos quietos, firme la espalda, recogido el mentón, serena la mirada, profunda la respiración... podemos ver la totalidad. Es por eso que el maestro Dogen dice: “Práctica y realización son unidad.” En el instante en que te sientas todo se ilumina. En el instante en que te sientas y lo abandonas todo, puedes ver el cuadro completo. Puedes comprender que no hay más mundo que éste, aquí y ahora. Sólo existe este mundo. Eso es despertar.
Despertar es darse cuenta de que no hay Buda fuera del hombre común.
Cuando sólo miras las ondas del agua, la superficie, eres un hombre común.
Pero la luz puede caer sobre ti como un rayo, en un instante. No es necesario ser alguien especial o tener estudios especiales. Es suficiente con quedarse completamente quieto y abandonarlo todo. Entonces, lo cotidiano se vuelve trascendental. Lo trascendental está en lo cotidiano. Lo cotidiano es lo trascendental.
No hay dos mundos, ni tres, ni cuatro. Hay sólo este mundo, aquí y ahora. Todos esos fragmentos sólo están en tu cabeza.
Córtate la cabeza, deja que se la lleve el viento. Aquí-ahora tienes todo lo que necesitas, aquí-ahora estás muy bien como estás. No es necesario agregar ni quitar nada.
Aquí-ahora, en este mismísimo instante, todo el universo se hace presente. El pasado y el futuro existen sólo aquí y ahora. Los millones de mundos se disuelven en un solo instante.
Es por eso que el maestro Kodo Sawaki decía: “Corran detrás de los fenómenos y permanecerán insatisfechos hasta la tumba.” Corran detrás de los fenómenos y continuarán produciendo olas, creándose más problemas.
¡Detente! Estás aquí, ¡quédate aquí! Cuerpo y mente completamente arrojados. Un solo instante. Una sola y única respiración. Ahora.
Este intento es lo único que en verdad vale la pena. Este intento valoriza toda tu vida. Estás aquí, ¡quédate aquí! ¡Inténtalo!
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Cuarto Teisho
Cuando nos acercamos al budismo, cuando leemos acerca del Buda, los maestros hindúes, chinos y japoneses descubrimos que tal o cual maestro “alcanzó la iluminación”. Que el Buda alcanzó la iluminación.
No podemos alcanzar la iluminación. Nadie puede hacerlo. No hay modo. Podría ser alcanzada si fuese algo que está fuera de nosotros. Podemos alcanzar la orilla del mar, la cima de una montaña, pero no podemos alcanzar aquello que ya está en uno.
Pero los hombres no creen esto. Toman las enseñanzas al pie de la letra y entonces se lanzan a buscar. Aquí, allá, fuera de ellos mismos... pero no hay modo. No hay lugar o persona que pueda darte la iluminación. Ningún iluminado podrá darte su despertar.
Eso ya está en ti. Hasta que no lo comprendas, podrás seguir buscando, yendo y viniendo inútilmente. Nadie puede alcanzar la iluminación. Sin embargo es posible ser alcanzado por ella. Para esto es necesario renunciar, abandonar, soltar.
Eso es exactamente lo que hizo el Buda. Después de haber pasado por distintas experiencias: mortificación, purificaciones, ascetismo... un día, cansado de no encontrar nada, se afeitó la cabeza, se bañó, se puso ropas limpias confeccionadas por él mismo y se sentó debajo de aquel árbol. Se dijo: “¡Aquí me quedaré! Pase lo que pase, aquí me quedaré. ¡Renuncio! ¡Renuncio a continuar moviéndome!”
Entonces ocurrió. Su quietud perfecta, su firme postura fue alcanzada, como un rayo, por la luz. En un instante. La verdad de todo el universo lo iluminó y ese hombre, común y corriente, devino buda.
Pero seguimos sin creer. Hay aquí, entre ustedes, personas que vienen practicando por varios años. Y cada tanto escucho: “¿Cómo congeniar la práctica con mi vida de todos los días? En zazen estoy bien, pero mis días están llenos de complicaciones y problemas. ¿Cómo armonizar? ¿Cómo abandonar, qué es lo que hay que soltar?” Descreen de sí mismos.
Un pececito iba nadando y nadando, aquí, allá, hasta que de pronto se encontró con un pez grande. Un pez viejo, de grandes ojos, largos bigotes y escamas multicolores.
¡Oh! Señor pez, usted parece muy inteligente y sabio. Estoy buscando el océano. ¿Podrías indicarme el camino?”
El pez viejo se echó a reír, le salían burbujas por todos lados.
¿El océano? Éste es el océano, ya estás en él.
¡Nooo! – dijo el pececito. Esto sólo es agua.
Y se fue, molesto.
Pensamos que el océano de la verdad es “otra cosa”. Que el agua de la sabiduría está en alguna parte, fuera de nosotros. Pensamos que algún Gurú puede brindárnosla. Y así podemos ir y venir, malgastar años y energía.
Si estás aquí, quédate aquí. Abandona, suelta, renuncia.
“Ah, tiene razón, tiene razón, hay que renunciar. Voy a renunciar a mi trabajo, voy a dejar mi familia y me voy a ir a vivir a un templo.”
Ese es un pensamiento erróneo.
¿Quieres que te diga un secreto? No se trata de abandonar las “cosas de este mundo”, lo que tienes que abandonar es el mi. Mi familia, mi trabajo, mi mundo...
Las personas, las cosas no son el problema. El problema eres tú. El problema es el egoísmo, el mi.
La iluminación está ahí, a tu alcance y en todo momento. Es sólo cuando corres detrás de los fenómenos que te olvidas de ella y nublas y empobreces tu vida. Cuando confundes el reflejo de la luna en el agua con la verdadera luna.
Quédate aquí un instante, una sola respiración. Abandónalo todo y sólo practica zazen por zazen. No interfieras, permite que esta luz de zazen te ilumine completamente.