Sesshin 2006

Viernes 10 Primer Zazen

Cuando ustedes se enteraron de que iba a haber una Sesshin, se les abrió dos posibilidades. Participar o no participar.

Como decidieron participar, tuvieron que moverse para organizar sus vidas. Algunos han venido desde lejos y han tenido que programar horarios y transporte. Pero todos, de algún modo, ha debido organizar su trabajo, su casa. Suspender algún encuentro de fin de semana con amigos.

Dejaron todo en la ciudad... y ahora están aquí.

Entonces ahora hay que dar un paso más y dejarlo todo. Dejar de moverse. 

Dejar la casa, la familia, el trabajo a veces puede ser un poco complicado pero no es tan difícil. Más difícil es dejar nuestro egoísmo. Dejar de movernos.

Aquí-ahora tenemos la posibilidad de abandonar todo egoísmo. De suspender, por unos días, todo el movimiento personal y seguir el ritmo de la Sesshin. Seguir el Dharma. Por unos días sólo tenemos que seguir. Entregarnos al devenir siguiendo a los otros.

Cuando uno se mueve siguiendo su ego, encuentra alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, cosas buenas y cosas malas. Aquí-ahora podemos dejar toda dualidad y simplemente seguir el Dharma. Seguir a la naturaleza. Ir todos juntos.

Cuando seguimos a nuestro egoísmo generalmente nos equivocamos. Decimos: “esto me gusta, aquello no me gusta”. “Este es mi amigo, aquél es mi enemigo”.
Cometemos errores, nos lastimamos y lastimamos a otros.

Abandonando nuestras cantinelas cotidianas podemos encontrar la dicha. Dar un paso más: abandonar, abandonar completamente.

Es suficiente ahora que sostengan la postura: la espalda derecha, el mentón recogido, las orejas en la misma línea que los hombros. Los hombros sueltos, las manos juntas, con sus pulgares en contacto formando una línea recta y horizontal. Seguir el ritmo de la respiración. Soltar toda tensión innecesaria.

A veces puede aparecer un malestar en la piernas o la espalda. Puede ser pequeño, pero nuestro ego tiende a aumentarlo. Uno se mueve queriendo mejorar y es así como se empeora. Es mejor relajarse. Relajarse y dejarse llevar.

Cuando todo movimiento personal cesa y nos quedamos completamente quietos y silenciosos, entonces, natural y automáticamente ingresamos en otra dimensión. El gran movimiento cósmico que está más allá de nuestro pequeño movimiento personal. 

Cuando tú dejas de moverte puedes tomar conciencia de que estás moviéndote con todo el universo. La vida toda está en tu cuerpo. Fluye la sangre, fluye la respiración, fluye la postura.

Si has organizado tu vida para estar aquí-ahora, entonces quédate aquí. Quedarse aquí significa abandonar completamente todo. No pensar: ”Esto está bien, esto está mal”; “¿Aguantaré hasta el final?”; “¿No lo lograré?”

¡Quédate aquí! ¡Abandónalo todo! Suelta completamente todos tus pensamientos. Abre la puerta de la jaula de tu mente y deja volar todos los pájaros.

¡Una respiración! ¡Suéltalo!

No hay nada que temer... una respiración. ¡Suéltalo! En este instante puedes alcanzar la dimensión más alta. Devenir Uno con todo el universo.

Eso no depende de ti y tu movimiento personal, depende de tu soltar.

Si estás aquí, quédate aquí. No permitas que tu pequeño ego interfiera.

¡Suéltalo!

 

Sábado 11 Tercer Zazen

“Nuestra vida
¿cómo explicarla?
Es semejante a la sombra de la luna reflejada
sobre la gota que cae del pico
de la garza”.

Estos versos del maestro Dogen, además de tener imágenes muy bellas, son muy profundos.

Nuestra vida, ¿cómo poder explicarla? A veces, cuando nos preguntan “¿Quién eres tú?”, uno responde: “Soy ama de casa”, “soy profesor de matemáticas”, “carpintero”, “ciclista”, “padre de familia”... y así. Pero todo eso no es más que una explicación superficial. También puedo decir: “Soy bueno”, “No soy tan bueno”, “Soy colérico”. Pero todo ello no alcanza para explicar nuestra vida aquí-ahora.

¿Cómo explicarla? 
No podemos. Hay un punto en el que nada podemos explicar, porque en realidad nuestra existencia no tiene explicación alguna.

La vida no tiene explicación y sólo está aquí para ser vivida. Es por eso que, si estás aquí, quédate verdaderamente aquí. Cuerpo y mente aquí.

Ahora estás sintiendo tu cuerpo, tu respiración... ¿pero está también aquí tu mente?

Nuestra vida es este instante. Y nada más que este instante.

¿Dónde estarías ahora si no estuvieses aquí? 
Puedes pensar lo que quieras, pero eso no será más que pensamiento, imágenes virtuales sin ninguna consistencia.

El hecho concreto es que estás aquí. Entonces, ¡Quédate aquí!
Aquí-ahora, en este instante, se reúne todo nuestro pasado y también todo nuestro futuro. Este instante aquí-ahora es el único momento en el que eres verdaderamente tú mismo. En este instante, que no tiene principio ni fin.

Si ahora cierras los ojos, puedes recordar tu infancia, tu adolescencia. Todo eso, ¿dónde está ahora? Sólo está en el archivo de la memoria de tu cerebro. No es real. Tu presencia aquí-ahora sí es real.

Había un monje que, durante algunos años, tuvo que vivir apartado y solo. Cada día, mañana y noche, se sentaba en zazen. Y para no dormirse ni perderse, cada tanto gritaba su propio nombre: “¡Pedro!” Y se respondía a sí mismo, “¡Aquí!”

Toda la naturaleza, la vida toda está gritando tu nombre y tú tienes que responder. No con las ideas de ayer o de mañana sino ahora.

¡Aquí estoy! Completamente presente en este metro cuadrado. 
Porque este metro cuadrado aquí-ahora es lo único que tienes. Tu vida, aquí-ahora, es lo único que tienes. Este instante. Y nada más que este real instante. Lo puedes sentir en los huesos.

Pero si estás distraído, si estás pensando: “¿Cuándo va a parar de hablar este hombre?” pierdes este instante, pierdes toda tu vida. Porque tu vida no es más que este instante. Este instante, que no dura ni siquiera un instante, es sin embargo eterno.

No permitas que tu mente te corra de este momento y lugar. Aquí-ahora tienes la oportunidad de hacerte presente, de vivir una vida auténtica.

El común de las personas no conoce zazen y muchos que lo conocen de oídas piensan que practicar zazen es una pérdida de tiempo. Que ir a una Sesshin es separarse del mundo. Pero no hay modo de separarse del mundo, porque allí en donde estés siempre estarás con este cuerpo de 60, 70, o 90 kilos. No hay modo de salirse de este mundo. Porque aún cuando estás dormido, ensoñando y creando ilusiones estás en este mundo. Lo que pasa es que, al estar absorbido por tus pensamientos, no puedes ver su brillantez.

El día está radiante y tú puedes estarlo también aquí-ahora.

El maestro Dogen dice que nuestra vida es semejante a la imagen de la luna reflejada sobre una gota de agua. La gota cae rápido. Nuestra vida pasa muy rápido. Somos una gota de agua cayendo, cayendo, cayendo hasta llegar al gran lago. Retornando a la fuente.  Pero aún en este brevísimo y eterno instante, la luz de la luna se refleja en ti. Esto significa que la iluminación ya está en ti.

Cuando no se comprende esto, uno se lanza a buscar afuera, allá, más allá. En Internet, en el cadáver de los libros, mirando el firmamento para ver si pasa algún plato volador... Movimientos inútiles, girando en círculos como un perro tratando de atrapar su propia cola.

Si ahora mismo sueltas todo, como sueltas tus hombros y toda tensión innecesaria, comprenderás en tu propio cuerpo y mente que todo el universo brilla en ti. Así como estás, estás muy bien. ¡Quédate aquí!

Sentarse en zazen es retornar al hogar, hacerte presente. En este instante estás naciendo y muriendo al mismo tiempo.

¡Un instante! Y, en este instante, toda la luz se refleja en ti. Todo el universo deviene una perla brillante. Aún cuando se está dormido y envuelto en la caparazón del ego, el universo entero es una perla brillante en la que ese ego está incluido.

Aquí-ahora, de cara al muro, te vuelves real, devienes completamente uno con todo el universo. No te dejes engañar, ni por lo otros ni por tus propios pensamientos. El común de las personas viven engañadas, inmersos en el sufrimiento porque corren detrás de los fenómenos, de las ilusiones.

Despertando ahora a este instante, tu presencia real e iluminada justifica siglos y siglos de humanidad dormida. Comprendes que no necesitas nada especial, nada extra, porque todo está aquí.

De instante en instante nuestro ego crea su mundo. Tenemos una familia, un trabajo, vivimos en determinado barrio, miramos los mismos programas de televisión y leemos los mismos periódicos. Pero si nos dejamos arrastrar por ello, terminaremos pensando que eso es todo, que esa es nuestra vida.

Y sin embargo nuestra vida es mucho más rica, más simple y profunda que todo lo que podamos imaginar.

¡Aquí!  
Un instante. Una vida. Una única y sola respiración.

Sexto Zazen

 

Un par de jóvenes amigos decidieron hacer juntos un viaje para recorrer y conocer el país. Uno de ellos era rico y el otro pobre. Y juntos anduvieron visitando y conociendo. Hasta que una noche, mientras descansaban en una posada, llegó una carta para el joven rico. La carta era de su familia y en ella le decían que su padre estaba muriéndose; que regresara al hogar lo antes posible. El muchacho comenzó a guardar sus cosas en la mochila, lo más despacio que pudo, esperando que mientras tanto su amigo se despertase. Pero su amigo dormía muy profundamente. Y como no se animó a despertarlo, se quitó un anillo que tenía una piedra preciosa y la colocó entre unos pliegues en el fondo de la mochila de su amigo.

Partió. Pasó mucho tiempo, hasta que el azar hizo que volvieran a reencontrarse. 
“Tantos años... ¿cómo estás?” 
“Bien, ahora bien. Sabes, mi padre falleció y he debido ocuparme de sus empresas. Y tú, ¿cómo has estado durante todo este tiempo?”
“La he pasado pésimo. Cuando te fuiste tenía un poco de dinero, pero ese dinero se acabó enseguida. Muchas veces tuve que salir a mendigar para tener un plato de comida.”
“Y ¿Por qué no vendiste la joya que te dejé?”
“¿Qué joya?”
“La que puse en el fondo de tu mochila el día en que me marché.”

Inmediatamente el muchacho comenzó a hurgar en su bolsa... y encontró el anillo. No salía de su asombro. “Todo este tiempo he sido inmensamente rico y, sin embargo, he vivido como un miserable.”

Esa es la historia. Pero esa es también la historia de la mayoría de las personas.
Cada persona tiene en el fondo de sí mismo una joya preciosa. Pero como no lo sabe, o lo ha olvidado, vive miserablemente.

Vivimos miserablemente y sin embargo podríamos ser inmensamente dichosos, felices, ricos.

Cada ser en este mundo, desde su nacimiento, tiene asignada la cuota de alimentos que necesita para su subsistencia.

Así, en el agua los peces nadan como peces. En el aire los pájaros vuelan como pájaros. Cada cual ocupa su lugar. Y si su necesidad es grande, su espacio será grande. Y si su necesidad es pequeña, su espacio será pequeño. Una hormiguita es nada... y sin embargo tiene todo lo que necesita para su subsistencia. El árbol no se mueve, pero sus raíces viajan lejos y saben dónde encontrar el alimento en lo hondo de la tierra.

Pero los hombres lo hemos olvidado. No tenemos confianza en nosotros mismos. Creemos que tenemos que hacer algo. Estamos siempre sintiendo que algo nos falta. Siempre estamos buscando, buscando, buscando.

Antiguamente, el hombre tenía que ir al bosque a cazar o al río a pescar. Pero después inventó los graneros, las despensas para almacenar los alimentos, las heladeras y los bancos para guardar el dinero y las tarjetas de crédito... pero aún sigue sintiendo que le falta algo. Busca seguridad. Pero así puede seguir eternamente.

Siempre buscando. Siempre corriendo. Siempre insatisfecho.
Trabajando en lugares y ocupaciones que no le gustan. Todo por unos pesos; pesos que se devoran a principios del mes. Y sin embargo, en lo íntimo de cada uno está la joya preciosa, nuestro verdadero sí mismo.

Pero no confiamos en nosotros. Tenemos miedo. Y como tenemos miedo surgen los deseos de búsqueda de seguridad. El maestro Kodo Sawaki decía: “Los hombres sufren porque creen que el tesoro está siempre dentro de una caja fuerte”.

El verdadero tesoro, la joya preciosa, está aquí-ahora. Tenemos que soltar ahora todas las tensiones innecesarias. Abandonar completamente y encontrarnos con este sí mismo que siempre hemos sido.

Confiar, no en los otros, no en nuestros temores y deseos egoístas sino en nuestro auténtico sí mismo. Mientras no lo comprendamos, entonces podemos continuar eternamente yendo y viniendo. Buscando, buscando, tratando de apoyarnos en personas o cosas que no pueden sostenernos. Es por esto que el maestro Dogen dijo: “ Dad la media vuelta y mirad en vuestra propia naturaleza”. Aquí está todo lo que necesitamos. Aquí, entre tus manos está todo lo que necesitas.

Un hombre, regresaba a su casa, tarde, en la noche. Al dar vuelta en la esquina                                                       del barrio se encontró con su vecino, el Mulá Nasrudín, que estaba buscando algo a cuatro patas bajo la luz del farol. 
“¿Qué andas buscando Nasrudín?”
“Las llaves de mi casa, que se me han perdido.”
Juntos se pusieron a buscarlas. Y por más que buscaron y buscaron, las llaves no aparecían. 
“Nasrudín –dijo el hombre- ¿dónde se te cayeron, exactamente?”
“Las llaves, ah sí –dijo Nasrudín- allá, en la puerta de mi casa.”
“Pero entonces, ¿por qué las estamos buscando aquí?”
“Porque aquí hay más luz.”

Siempre creemos que la luz está en otra parte. Pensamos que podemos encontrarla en otro lugar, que alguien puede dárnosla. O incluso, que podemos llegar a comprarla.

Si estás aquí, quédate aquí. Confía en ti. Abandónalo todo y déjate ir hacia lo hondo de tu intimidad... encontrarás la joya preciosa.

Este instante es la joya preciosa. El universo entero es una joya preciosa. Si puedes sentirlo, aunque sea por un mínimo instante, toda tu vida se transforma.

Quédate aquí. Abandona. Vacíate. Cuando tú te vacías, el cuenco se llena.

 

Domingo 12

Tercer Zazen          

En un pequeño poblado, había dos hermanitas, dos niñas que vivían con sus padres. Eran vivaces, alegres y dicharacheras. Siempre estaban riendo e inventado todo tipo de juegos. Uno de sus juegos predilectos era hacerles preguntas difíciles a las personas mayores para ponerlas en aprietos. El padre estaba preocupado, porque las preguntas se hacían cada vez más complicadas y lo ponían en situaciones incómodas frente a los vecinos y parientes. No sabía ya cómo contenerlas.

Se acordó entonces de un monje que vivía en el bosque, en las afueras del pueblo. El monje vivía en una pequeña cabaña y la gente iba a menudo a consultarlo, pues tenía fama de sabio.

El hombre fue con las niñas a visitarlo. Y mientras las niñas jugaban entre los árboles, el padre le explicó al monje cuál era la situación. Mientras tanto en el bosque, las niñas, muertas de risa, decían: “Tenemos que hacerle una pregunta muy difícil a este viejo. Una que no pueda responder.”

En eso estaban, cuando de pronto, en una rama cercana, se posó una bella mariposa azul. Una de las hermanitas la atrapó y conteniéndola entre sus manos dijo: “Ya tengo la pregunta. No podrá responderla nunca. Le preguntaremos si esta mariposa está viva o muerta. Si dice que está viva, la apretaré entre mis manos y si dice que está muerta las abriré y la dejaré volar.”

Entre risas y cuchicheos fueron a encontrarse con el monje.
“Maestro, aquí entre mis manos tengo una mariposa. ¿Podrías decirnos si está viva o muerta?”
El monje respondió: “Está en tus manos, depende de ti.”

Esta vida aquí-ahora está en tus manos y depende de ti.

Hay muchas cosas que no podemos decidir, pero esencialmente, el camino que tomemos depende de nosotros. De instante en instante se nos abren dos posibilidades: seguir un camino justo o uno erróneo. Cuando seguimos la búsqueda de los placeres, de la satisfacción personal estamos siguiendo el camino erróneo. Es posible que al comienzo encontremos cierto placer, pero finalmente caeremos en la desilusión y el sufrimiento.

Hay una pregunta que es esencial: ¿Quién soy yo? 
Si miro con serenidad en lo íntimo de mi mismo, veré que mi trabajo, mi nombre, mi apellido familiar no alcanzan para expresar totalmente quién soy. 

¿Quién soy yo? Yo soy este que está existiendo ahora. Y está más allá de su edad, de sus conocimientos intelectuales y de sus posesiones. No tiene tiempo.

Si estuvieses en lo alto de una montaña, solo, sin libros, sin parientes ni amigos, sin nadie que te llame por tu nombre... igual existirías. Porque más allá de todos los rostros del ego, tú existes.

¿Quién soy yo? Cuando le hicieron esta pregunta a Bodhidharma, él respondió: “No sé”. Es con esta pregunta que debemos profundizar zazen.

Hay tres clases de “No sé”. El primero es: No sé, no me interesa. El segundo es: No sé pero me interesa, quiero saber. Hay un tercer “no sé” que está más allá de estos opuestos. Es decir: No adhiero ni rechazo. No sé, no tengo respuesta... sólo me queda observar. Mirar en mi propia naturaleza sin opción ni opiniones.

Tu vida está en tus manos. De instante en instante puedes corregir tu actitud y tu postura y tomar el camino justo.

Practicar correctamente es sentarse y mantener delante de ti esta pregunta. Desde el Buda, pasando por todos los maestros de la transmisión, es así como lo hicieron los seguidores de la Vía. Ellos nos legaron esta enseñanza. Pero si tú no te sientas, la práctica no se actualiza.

En el instante mismo de sentarte, todo se vuelve simple y claro y comprendes que tu vida depende de ti. No depende de los otros ni de las circunstancias. ¿Qué circunstancias son buenas, cuáles son malas? : Depende de ti.

Hemos nacido con esta forma humana, con la posibilidad única de tomar el camino correcto, el camino señalado por los sabios de todos los tiempos. Depende de ti.

¿Quién soy yo? No sé. Observo, sólo observo.

Esta vida tuya, común y corriente de todos los días, puede volverse trascendental. Depende de ti.

De ti depende hacer de esta vida una lucha sin fin o encontrar la dicha abandonándolo todo. El cuerpo lo sabe, tú lo sabes, pero tienes que soltar. Dejar que el Dharma te guíe. Unirte al devenir cósmico.

¿Quién soy yo? ¡No sé! 
Pero... ¡aquí estoy! Uno con todos los seres. Uno con todo el universo.


Mondo

Pregunta: ¿Por qué uno olvida quién es?

Respuesta: Hemos desarrollado nuestro cerebro hasta límites increíbles. Esta casa, sus muebles, la ropa que vestimos, los aviones, Internet... todo eso es producto de nuestro cerebro. Eso es el ego. Pero su contraparte es que nos aleja de nuestra conciencia esencial. Ese ser esencial que todos somos. Jesús dijo: “Sed como niños”. En el budismo se habla de reencontrar el rostro original. 
Todas esas creaciones de nuestro ego, nos hacen olvidar quién somos. Es por eso la importancia de zazen, porque su práctica nos hace recordar. Sentarse en esta postura es recordar. Esta postura no es china ni japonesa, nuestros indígenas se sentaban así, los bebés se sientan de este modo. Al sentarnos en zazen podemos reencontrar nuestra esencia. Por eso, con lluvia, con sol, triste o alegre... ¡siéntate! Somos seres muy afortunados, tenemos la posibilidad de razonar, de organizar... pero también la posibilidad de retornar al hogar, de ser como niños.

Pregunta: Fue muy bueno para mí poder estar en el Servicio de las comidas. Hasta ahora, práctica y vida cotidiana estaban separadas y, en estos días, comenzaron a unirse. Creo que debo estar atenta a eso, a no separar.

Respuesta: Toda separación, más tarde o más temprano, genera sufrimiento. Si cuando ofreces un plato de comida o un trozo de pan te vuelves uno con la acción, ese acto cotidiano deviene trascendental. Es religioso. Religión sin dogmas ni creencias, sino en el sentido de estar re-ligados con todo. Nuestro egoísmo nos lleva a separar y esa separación conduce al sufrimiento.
Cuando los actos de nuestro ego y lo trascendental se unen, nuestra vida se hace completamente diferente.

 

Pregunta: Nosotros hacemos los votos de “Ayudar a todos los seres”. Eso nos resulta más o menos fácil con las personas con las que simpatizamos, ¿Cómo hacerlo con aquellos que nos desagradan?

Respuesta: En nuestra vida de todos los días nos relacionamos con personas que nos agradan, con otras que nos son indiferentes y con aquellas que nos desagradan, irritan o molestan. Para esta última situación, los maestros crearon lo que llamaron: La acción secreta. Consiste en acercarse, voluntaria y secretamente, a esa persona que nos desagrada. Si lo hacemos sin motivo ni prejuicios, podemos enriquecernos mucho. Porque esa acción implica abandonar nuestro egoísmo. Todos tenemos ideas y preferencias, decimos: “La mariposa es linda, el chancho es feo”. Si nos acercamos al chancho totalmente abiertos, nos encontraremos con un ser que vive su vida tal cual es. Él es distinto a mi: huele distinto, camina distinto, no se afeita nunca... sin embargo podemos armonizarnos. En la naturaleza nada se interfiere. Probando íntimamente esta acción secreta, podemos comprender, no sólo a ese ser sino a todos los seres.

 

Pregunta: Mi pregunta es acerca de los deseos. Porque yo veo que en cuanto desecho uno aparecen otros y otros... ¿Se terminan alguna vez?

Respuesta: Los deseos... El maestro Dogen dice: “Incansablemente, se forman ondas sobre la superficie del agua. Pero no pueden borrar la imagen de la luna que se refleja en ellas.” La luna se refleja del mismo modo sobre un lago quieto que sobre un mar agitado. Lo que esto significa, es que el ser esencial está siempre iluminado. Sea como sea el estado de nuestra mente, la luz brilla siempre en nosotros. Si la mente está inquieta, hay muchas ondas. Pero estas ondas sólo están en la superficie. Es decir: pensamientos, sentimientos y emociones que se agitan y producen ondas. Pero eso es sólo nuestra superficie. Hay que concentrarse en el hara. En zazen podemos hacernos íntimos, y entrar en lo profundo de nosotros mismos. Si nuestro cuerpo fuese un gran edificio, podríamos ver que en los pisos altos, a nivel del pecho y la cabeza, hay una gran actividad. Sentimientos que van y vienen, pensamientos que chocan, emociones que discuten... No se los puede parar. Incluso si algún gerente intenta poner orden y comienza a levantar la voz, se produce mayor alboroto.
Hay que cortarles la energía, desconectar la corriente y descender al hara. ¡Abandonar! ¡Abandonar! Siempre se formarán ondas en la superficie del agua, pero si podemos profundizar en zazen, las ondas se calmarán por sí mismas. 

 

Pregunta: Yo practico Yoga, ¿Cómo armonizar esta disciplina con Zazen?

Respuesta: Las formas pueden ser distintas pero la raíz esencial es la misma. Se trata de ti. Ambas conducen al sí mismo. La ropa que se usa para el Yoga no es práctica para Zazen y viceversa. En cada momento y lugar debo ser flexible y armonizarme con las circunstancias. Circunstancias distintas requieren actitudes distintas, pero eso son sólo ondas en la superficie del agua. Hay que mantenerse centrado en el sí mismo y flexible al mismo tiempo, para armonizarse con todo y en todo momento. Hay muchos mundos, pero esos mundos sólo están en nuestra mente. No hay diferencia ninguna cuando se trata de ti.

Pregunta: Creo que me siento más segura en la superficie que en lo hondo. A veces me da miedo el silencio y la quietud.

Respuesta: Si... “Que alguien me pellizque para saber si estoy viva”. 
No son pocas las personas que sienten ese miedo. Es por eso que se apegan al televisor, a los otros, al ruido... a su celular. Se sienten seguros con eso. Pero esos son caminos sin salida, porque jamás podrán darnos una real seguridad. 
Los primeros contactos con el sí mismo pueden dar vértigo. Comprendo, uno llega a lo alto de una montaña y siente el silencio, esa inmensidad... puede ser devastador. Pero penetrar en lo profundo de uno mismo, aunque sea una vez, es muy importante. De otro modo, podemos pasarnos toda una vida siguiendo caminos sin salida, prolongando nuestro sufrimiento y sin encontrar jamás la verdadera dicha. 
Tener miedo está bien, es natural. Pero al confesarlo, podemos llegar a trascenderlo. 
Muy sincera tu pregunta. Gracias.

Esta noche o mañana, estarán nuevamente en contacto con su cotidianidad, con sus cosas. Procuren recordar. Recordar con el cuerpo. Y cuando este recuerdo comience a apagarse, vuelvan a zazen. Zazen es como encender una vela. Cuando la vela está por consumirse, enciendo otra. Una vela encendiendo otra vela. Esa es la continuidad de zazen. De ese modo, lo cotidiano y lo trascendental se vuelven uno. Es la verdadera libertad.