Sesshin Abril 2012 - Los tres tesoros

Sesshin Abril 2012 
Santo Domingo 
Chile

Teisho 1

Cuando alguien nos pregunta acerca del zen, la forma más efectiva de explicarlo es mostrarle la postura.  En la postura de zazen está involucrada toda la práctica.

La postura de Zazen es nuestra vida toda, es la síntesis, su raíz esencial.

El buda dijo que una de nuestras principales dificultades es el sufrimiento. Y el sufrimiento surge cuando tratamos de apoyarnos en aquello que no nos da seguridad ni puede sostenernos.

Pero los hombres somos tan necios que intentamos todo el tiempo  buscar seguridad. Buscamos fuera de nosotros, apoyarnos en las personas, en los bienes materiales, en las filosofías o las religiones. Pero esos son endebles sostenes que más tarde o más temprano terminan por derrumbarse, y entonces caemos.

Cuando nos sentamos en zazen es evidente que no podemos apoyarnos en ninguna parte, la espalda debe estar derecha, los hombros sueltos, el mentón bien recogido, la mirada baja,  las manos juntas.

Entonces, la práctica de zazen es una práctica de vida. Porque si efectivamente comprendemos que no podemos  apoyarnos en ninguna parte, entonces estamos tocando el borde de la libertad, la liberación de todo el sufrimiento.

No hay persona, objeto, valor o idea en la cual podamos apoyarnos.

De modo que sólo podemos confiar en nuestro verdadero sí mismo.

Es por eso que la postura de zazen es tan importante y fundamental.  Las orejas en la misma línea que los hombros, la nariz en la vertical del ombligo, los ojos horizontales. Cada detalle de nuestra postura son  los detalles que conforman nuestra vida. En el mudra de las manos, por ejemplo, la mano izquierda va apoyada sobre la mano derecha, y los pulgares en firme pero suave contacto formando una línea recta y horizontal. Si esa línea recta tiende a caer o tiende a subir, nos vamos desviando de la condición normal, inclinando en una dirección y comenzamos a perder el equilibrio. Pero vigilando la tensión justa de los pulgares, el equilibrio reaparece inmediatamente.

Confiar en el si mismo es estar ahí, atentos, y observar cuándo estamos buscando apoyo.

Si hacemos de zazen el centro de nuestra vida, entonces podemos ir donde queramos. Estar con los otros sin ser absorbidos ni avasallados, estar solos cuando toca estar solos y estar junto a los otros cuando toca estar junto a los otros.

Postura de zazen, postura de vida. 

Los hombres sabios de antaño, los grandes Maestros, comprendieron que la mejor enseñanza es la práctica. Que lo que se vive en experiencia no se olvida, y es por eso que hicieron de zazen una forma de vivir.

Entonces estés donde estés, vivas donde vivas, cada vez que puedas siéntate. Siéntate junto a los otros. Espalda derecha, hombros sueltos, el aire entrando y saliendo en cada respiración, los pensamientos fluyendo, la mañana fluyendo.

Se trata de ti. Todo lo que te rodea está aquí para ti, para que puedas vivirlo y disfrutarlo plenamente.

Pero si buscas retener, si buscas escapar de algo o de alguien, si buscas apoyarte en alguien o en algo,  entonces pierdes tu equilibrio y pierdes tu libertad.

Aquí ahora, a través del cuerpo, de la postura, podemos comprender esta enseñanza legada por los grandes Maestros.

El aire sale y entra por la nariz... el aire es de todos -humanos, animales, aves, plantas- pero cada uno ha de respirar por su propia nariz. Si esto es claro para ti, entonces comprenderás que tu vida no puede ser vivida por ningún otro.

No te dejes avasallar por los otros, no te preocupes por lo que los otros hagan, digan o dejen de hacer, simplemente mira en tu propia naturaleza y procura que de instante en instante tu vida sea equilibrada.

Y cuando tu equilibrio se quiebra, entonces retorna rápidamente a zazen, corrige la postura, porque corrigiendo la postura corriges tu vida toda.

Para practicar zazen no es necesario estudiar filosofía, tener conocimientos intelectuales, simplemente es necesario tener un cuerpo y la voluntad para venir y sentarte junto a los otros.

En cada momento, cada pequeño gesto tuyo te expresa completamente. Si cuerpo y espíritu están en equilibrio, tu acción será la acción correcta. Una acción justa y armoniosa.

De instante en instante tu cuerpo te expresa, de instante en instante tu vida se manifiesta a través de esa acción. Entonces cuida bien de este instante, cuida bien de esta postura. Estés donde estés retorna a ella cada vez, cada vez, cada vez… cada vez.

 

Teisho 2

Silencio.

Aquí afuera, en una de las paredes, hay un cartel que dice silencio. Y como sabemos leer entendemos lo que significa. Y como somos respetuosos de las normas, las acatamos.

¿Pero cómo acatamos este silencio?

En la ruta también hay carteles que nos indican velocidad máxima. Y generalmente se las acata porque si no tendremos nuestro castigo. Pero si el cartel no estuviese, entonces uno seguiría de largo.

Las normas están para ser respetadas y, en este caso, están aquí para ayudarnos. Pero tenemos que comprender que la palabra silencio, no es todavía el silencio. El silencio impuesto por una autoridad tiene un valor muy relativo, porque si la autoridad no está...

El verdadero silencio nace de nuestro ser íntimo.

No podemos “hacer” silencio, cualquier intento lo hace desaparecer. En realidad lo que podemos hacer es predisponernos a escuchar. Eso si podemos hacerlo. Si nos predisponemos a escuchar entonces el silencio aparece.

No hay modo de trascender nuestra estupidez si no nos conectamos con el silencio,  porque es a través del silencio que podemos llegar hondo, hondo,  a la intimidad de nuestro si mismo.

Entonces es importante predisponernos  a escuchar. Abrir nuestros sentidos.

Ese es el modo en que debemos practicar. Obviamente es más fácil hacerlo durante zazen. Pero podemos hacerlo en cualquier momento y en cualquier lugar.

Allí donde estemos, si uno se predispone a escuchar,  el silencio aparece. Aunque el entorno esté lleno de sonidos, ruidos, música,  voces... si estamos predispuestos a escuchar el silencio nacerá desde el fondo de nuestras entrañas. Esa es la verdadera práctica que va más allá de la practica de sentarse en zazen.

De ese modo zazen se hace práctico y verdadero. Se traslada a nuestra cotidianidad. Cada vez que nos sea posible podemos predisponernos  a escuchar.

El maestro Dogen escribió: “Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a uno mismo”

Entonces estudiar la Vía del Buda no es estudiar algo afuera, en alguna otra parte, sino que es estudiarse a uno mismo. Porque en uno mismo está todo lo que necesitamos saber. Está toda la sabiduría de siglos. Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a uno mismo

Y él sigue diciendo: “Estudiarse a uno mismo es observarse a uno mismo”. Significa que no estudiamos a través del intelecto, a través de los libros, a través de lo que digan los otros, sino que estudiamos a partir de la observación, a partir de la intuición, a partir de la mirada, del oído, del olfato.

“Estudiarse a uno mismo es observarse a uno mismo”. Y eso sólo lo podemos hacer de instante en instante. Porque de instante en instante todo va cambiando, renovándose, haciendo nuevo. Es como mirar un río que fluye, fluye, fluye, fluye…

“Estudiarse a uno mismo es observarse a uno mismo”. Pero, ¿cómo es esto de la observación?

Uno observa un río. Y entonces hay uno que observa y un objeto observado: el río.

Hay un objeto observado y un observador, son dos.

Es por eso que el maestro Dogen dice: “Observarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo”.

Porque es en el instante de olvidarse de uno mismo que observador y observado se vuelven uno. Cuando uno se predispone a escuchar, observador y observado devienen uno.

Lo que suena y lo que está en silencio se vuelve uno.

Esa es nuestra práctica, y por eso estamos aquí.

Obviamente las normas, las regulaciones y los horarios, son necesarios, los carteles nos indican por dónde ir.  Pero el cambio ha de ser interior, no tenemos que esperar que esté la autoridad para cumplir esas normas, porque esas normas están ahí para decirnos: “ojo, atención, acuérdate”.

Y en ese instante nos predisponemos a escuchar, volviéndonos receptivos y abriendo nuestra intuición.

Practicar zazen es practicar la receptividad. Una especie de cuenco vacío.

Las piernas cruzadas, la espalda derecha, el mentón recogido, los hombros sueltos, la mirada baja,  la respiración tranquila, las manos juntas… la postura de Buda.

Y practicando esta apostura de Buda, estoy estudiándome a mí mismo, observándome a mí mismo, olvidándome de mí mismo. En ese instante todo deviene uno. Tornándome receptivo, los sonidos, los aromas, vienen, pasan y se van. Dejan una sonrisa, despejan la mente, planchan nuestras arrugas.

Silencio

 

Teisho 3

Tus piernas, tu espalda, tus hombros, tus manos, no son tuyas, no son una propiedad como puede ser tu casa o tu auto.

Puedes apartarte de tu casa, puedes dejar tu auto y seguir caminando, pero no puedes apartarte de tu cuerpo.

Tu cuerpo eres tú mismo, no una cosa aparte de ti. Tú eres tu cuerpo.

Este cuerpo lo recibiste de tus padres, y a través del tiempo y de momento en momento lo fuiste moldeando a tu imagen y semejanza. En cada uno de tus actos tu cuerpo te expresa completamente.

Cuando te sientas en zazen y prestas atención, lo primero que haces es escuchar tu cuerpo. Él tiene sus razones, tiene mucho para decir. Las manos, por ejemplo, ellas te han enseñado tantas cosas:  lo áspero y lo suave, lo frío y lo caliente, lo duro y lo blando, lo tierno y lo rugoso. Ellas te comunican con el mundo.

Tus pies, que te llevan a todas partes.

No hay en tu cuerpo un solo milímetro, una sola porción que no sea noble, bella. Pero algunas partes de este cuerpo están abandonadas. Partes oscuras, partes que se han arrugado, marchitado, rincones llenos de polvo. Escúchalo, él tiene sus razones.

Hay zonas oscuras como la nuca, la espalda o los riñones. Algunos tratan a su espalda como si fuera la suegra, alguien de quien mantenerse apartado lo más posible, pero que de tanto en tanto se hace presente con algún problema. Escúchala, hazte amiga.

Porque este cuerpo eres tú y con él vas a todas partes, no puedes desecharlo. De modo que tienes que hacerte amigo. Y en la medida que estableces con él una buena relación, que aflojas las tensiones innecesarias, que fortaleces algunas partes, que visitas otras, entonces este cuerpo se revitaliza, vas cambiando tus hábitos y tu forma de ver el mundo.

Porque el cuerpo y la mente van juntos, no están separados.

Tú eres este que está siendo ahora, cuerpo y espíritu juntos,

Cuando te sientes en zazen, escúchalo, escucha tu cuerpo, suelta las tensiones, obsérvalo, no lo juzgues. Cada pulgada de él es noble, cada parte, cada rincón, es bello.

La columna estirada, el mentón recogido, los ojos horizontales y la nariz vertical.

  
Teisho 4

En otoño, en primavera, en invierno o en verano, cada día, invariablemente, nos sentamos en zazen. Nos sentamos en esta postura de Buda, no para devenir budas mañana, en el futuro. No hay ninguna cosa real que pueda llamarse “mañana”.

Simplemente nos sentamos, y lo hacemos para ser nosotros mismos. Porque en nuestra vida cotidiana, cuando tenemos acciones cotidianas, pensamientos comunes, somos un hombre común, pero cuando nos sentamos en zazen, somos auténticamente nosotros mismos, somos budas.

Es por eso que, cada día, el sentarnos en zazen nos ayuda a recordar y reactivar este buda que somos. Y al sentarnos en zazen no hacemos otra cosa más que seguir el Dharma de los grandes Maestros.

Pero, ¿dónde aprendieron este Dharma los Maestros?

Sin duda no lo estudiaron en los libros, ni en ninguna universidad. Su enseñanza nace de su propia experiencia, de sus propias vivencias.

Algunos de estos Maestros necesitaron poner por escrito sus experiencias. El maestro Dogen, el maestro Keizan Jokin, el maestro Kodo Sawaki, Tich Nath Han... los discípulos del Buda necesitaron recopilar sus enseñanzas.

Su lectura nos ayuda a reafirmar la práctica de zazen, nos indican que vamos por el buen camino, nos ayudan a confirmar lo que hemos descubierto en un instante estando sentados en zazen.

Sentarse solo, cuando no hay más remedio, está bien, pero es fundamental sentarse junto con los otros, en la Sangha.

Fuera de la Sangha no hay verdadera práctica.

Para estar dentro de la Sangha no necesariamente uno tiene que ser amigo de todo el mundo. Pero es importante armonizarse con los otros. De otro modo se vuelve una práctica egoísta, una práctica que mira el ombligo, entonces el egoísmo crece y crece. Y con él, el sufrimiento.

Es por eso que muy desde el comienzo se estableció  este Buda-Dharma-Sangha y se le llamó  los Tres Tesoros.

Porque es el punto esencial, los tres pilares donde se apoya la doctrina.

Al sentarnos en zazen lo hacemos dentro de la Sangha, y siguiendo las enseñanzas de los Maestros. Porque esta enseñanza no es una teoría ni una filosofía. Es la vida misma.

Cuando uno lee las enseñanzas del maestro Dogen - y ni que hablar de los sutras del Buda- a veces resulta difícil entrar en su terminología, son cosas muy antiguas.

Pero así como también puede resultar difícil leer El Quijote, es importante ir más allá de la época y de las circunstancias en que esas enseñanzas fueron escritas. Porque esas enseñanzas escritas en el siglo IX o en el siglo XII, se hacen viva en tu práctica.

Dogen dijo: “Cuando el pez nada en el agua, él es el pez.  Cuando el pájaro vuela en el cielo, él es el pájaro”.
Cuando te sientas en zazen, tú eres –auténticamente- tú mismo.

El maestro Kodo Sawaki, que vivió en el siglo XX, dijo: “La rosa florece como rosa, la violeta florece como violeta”.
Ese es su Dharma. Esa es su forma búdica de manifestarse.

Al monje Ryokan le gustaba vivir en la naturaleza, y entonces escribió:

“Como el pequeño arroyo
haciendo su camino entre grietas musgosas,
también yo
silenciosamente
me vuelvo claro y transparente”

Él nos está diciendo que la vida no es un lecho de rosas,  esa vida avanza a veces entre resbaladizas grietas musgosas, entre cardos y espinas, pero también así, precisamente, podemos volvernos claros y transparentes. Buda-Dharma-Sangha.

Hemos tenido la suerte incomparable de nacer bajo la forma humana. Hemos tenido la suerte incomparable de encontrarnos con esta práctica y la oportunidad de devenir auténticamente nosotros mismos. En esta vida breve, podemos aceptar las cosas como son y disfrutar de lo que tenemos de instante en instante. Pero para eso es fundamental sentarse en zazen junto a los otros y seguir las enseñanzas.

Sin eso, somos como corchos en el mar boyando a la deriva,  sin rumbo  y empujados por la corriente para allá y para acá.

Hemos tenido la suerte incomparable de encontrarnos con esta enseñanza, por favor, no perdamos nuestro tiempo.

No lo pierdan. Hagan una vida normal: trabajo, familia, ciudad, entretenimiento, estudio... pero no descuiden zazen.

Cada vez que puedan siéntense en esta postura de buda.

Buda-Dharma-Sangha.