Conferencia Octubre 2009 - Zen y vida cotidiana
Conferencia ofrecida el 13 de Octubre de 2009 en la Federación de Andinismo de Chile.
Trascripción de la versión oral, Roberto RyuRin.
Buenas noches
Cuando se tiene algo para decir, como hoy, cuando se van a utilizar las palabras, es bueno hacer un poco de silencio, entrar en el silencio y permitir que el silencio entre en uno.
Entonces después las palabras salen solas, sin pensar demasiado.En primer lugar quiero agradecer a las autoridades de este Centro Andino que nos facilitaron la sala para hacer este encuentro.
Agradecer a Cristian, a Mihailo, a Patricio –que hizo el afiche – agradecer a Rubzalia, a Sergio, Arturo, Roberto, y tantos, tantos, tantos otros que desde hace años nos vienen acompañando y sosteniendo esta práctica, aquí en Chile.
Pero básicamente quiero agradecer la presencia de ustedes aquí. De todos, y de cada uno de ustedes, cada uno. Porque si tú no estuvieras aquí, este encuentro no sería posible.
Y hoy no me pidan que hable de budismo, de filosofía budista, de la historia budista, que hable del Zen… no voy a hablar de esto. En realidad, el Zen no existe. Aquí - entre nosotros - el Zen no existe.
Desafío a cualquiera, aquí y en cualquier lugar, que me muestre el Zen. Es una linda palabra que está de moda, y se usa para muchas cosas. En realidad no existe.
Lo que sí existe es Zazen, esta Práctica. Y de eso sí podemos hablar, porque es algo tangible que podemos mostrar.
De eso vamos a hablar hoy.
Porque esta Práctica de Zazen, que tiene más de 2500 años, se mantiene viva gracias a que es una Práctica que está más allá del tiempo. Se mantiene viva cuando una persona se sienta en Zazen. De modo que no se trata de algo histórico, filosófico, sino de algo real y práctico para nuestra vida de todos los días, aquí, en esta ciudad.
Porque en la medida que aquí, en este siglo XXI, en esta ciudad, con todo lo que eso conlleva, en tu vida de todos los días, en tu casa, tus amigos, tu familia, la calle, tu trabajo, los problemas que aparecen, las distintas cuestiones... esta Práctica se hace viva. Se hace una herramienta útil para que nuestra vida no transite en vano.
De modo que esta práctica milenaria se actualiza día a día, momento a momento cuanto tú te sientas, cuando tú lo practicas.
¿Y qué practicas? Lo que el Buda practicó. Pero no practicas para llegar a ser un buda en el futuro, sino que practicas lo que él transmitió para ser tú mismo, aquí ahora: Siglo XXI, octubre 13 de 2009, Santiago, Chile.
Cuando tú naciste, cuando un bebé nace, sale del vientre de la madre, lo recibe la partera, los médicos y comprueban que tienes los signos vitales... el corazón late.
¡Y respirabas, comenzaste a respirar por primera vez!
¿Y por qué empezaste a respirar? ¿Cómo pudiste hacerlo?
Respiraste porque el aire estaba ahí, esperándote. La Vida estaba ahí, esperándote, el aire estaba ahí desde siempre y tú lo encontraste. Y entonces, la partera y los médicos determinaron: “Está vivo”. ¡Un ser vivo que ha llegado a este mundo!
Después te relacionaste con tu madre, empezaste a reconocerla. Después con tu padre, aprendiste un lenguaje, las costumbres, te relacionaste con tus hermanos, empezaste a conocer la casa. Luego, tu mundo se abrió un poco más; fuiste a la escuela, y ahí te enseñaron a sumar, a restar, a leer y escribir…
Y así, luego, luego, luego, luego…hasta llegar aquí, hoy. Y cada una de esas experiencias, desde el primer encuentro con tu madre, hasta aquí -cada experiencia que viviste- fue formando tu personalidad, es decir: tu ego.
Es por eso que cada uno es diferente. Cada ser tiene su ego porque cada uno ha vivido experiencias diferentes, las ha absorbido de manera diferente.
Tener una personalidad es importante; tener un ego, es necesario.
Desarrollaste tu cuerpo, desarrollaste tu mente, desarrollaste tu espíritu.
De tus padres heredaste costumbres, formas, olores, comidas, idioma. Y si tuviste la oportunidad de viajar conociste otras culturas, otras personas, otros idiomas. Y así tu ego se fue enriqueciendo, aumentando.
De modo que cada uno de nosotros, cada ser, cada persona, tiene dos vidas: una es la vida del ego, la vida relativa. Se llama relativa porque puede crecer, uno puede estudiar una carrera nueva; también puede disminuir: alguien muere en tu familia, un negocio que se derrumba.
Es relativa porque cambia, porque aumenta, disminuye, se fortalece, se debilita.
De modo que tienes una vida relativa, y una vida absoluta. Y la vida absoluta es la que está latiendo aquí ahora, la que te encontró a ti en el momento de nacer. Es absoluta porque no cambia nunca. Si tú ahora cierras los ojos, te relajas un poco y observas en tu interior, verás que existes desde siempre.
Porque estés donde estés, en la situación en que te encuentres, siempre serás tú. ¡Siempre serás tú!
Tú triste, tú alegre, tú riendo, tú llorando, tú acostado, tú de pie, tú acostado, tú trepando en la montaña, tú viajando, a pie, a caballo, en un avión; tú conversando.
Siempre que miras en tu interior, te encuentras con este ser absoluto, con esta vida absoluta que vibra y palpita en ti.
Estas dos vidas -la absoluta y la relativa- están íntimamente fusionadas, no se las puede separar. Es parte de nuestra existencia. Pero la mayoría del tiempo, el común de las personas olvida esta vida absoluta y sólo queda viviendo su vida relativa.
Cuántas personas por obtener algún beneficio, se ponen inquietos, duermen poco, trabajan mucho: “¡Tengo que lograrlo, tengo que lograrlo!” Deterioran su salud para obtener algo. “¡Tengo que hacer que tal persona me mire, que esté conmigo, quiero casarme con ella, seducirla, tiene que ser mía. Tiene que estar conmigo para siempre”.
Y si mira a otro, me pongo mal, celoso, iracundo, aparecen las dudas y la confusión…
Y entonces, por decirlo de alguna manera, esta vida relativa se opone a esa vida absoluta que está en nosotros. Y en verdad, ahí perdemos el rumbo.
Corremos detrás de los fenómenos. Hasta que de repente, si tenemos suerte, nos topamos contra un árbol, contra un muro y vamos a parar al hospital. La pata enyesada, respirando apenas, diciendo: “¡Dios mío, dame un día más, un mes más, un año más de vida, por favor!”.
Es decir, la Vida nos ha frenado; nuestra loca carrera se detuvo de golpe.
Por lo tanto, tuvimos la oportunidad de volver a ponernos en contacto con este ser que está ahí, con esa vida total que está en nosotros desde siempre pero que habíamos olvidado.
Al parecer, tiene que pasar algo fuerte, extraordinario, para que podamos volver a hacer contacto. Lamentablemente muchas veces algunos siguen de largo, no tienen esa oportunidad.
Cuando digo “siguen de largo”, es que fallecen y no pueden hacer contacto. Perdieron el contacto siendo niñitos y lo reencuentran apenas en el instante de la última bocanada.
Pero ocurre muchas veces -y felizmente- que estando postrado en un hospital, uno toma conciencia…”¡Pucha, qué estoy haciendo, esta no es mi vida! ¿De qué me sirve haber acumulado tantas cosas, de que me sirve esta loca carrera si no puedo vivir, disfrutar la vida?”
Pero claro, una semana después uno se siente mejor. El médico le dice: “Amigo, ya puede volver a casa”. Pero vuelve a enredarse, poco a poco, en los fenómenos, y otra vez está dentro de la ola. Se pierde, se va.
Los Maestros comprendieron muy bien este problema. Que no es un problema del siglo XXI. Es de siempre, lo que pasa es que en el siglo XXI los fenómenos se han acelerado, se han hecho más intensos. Nuestra vida de hoy es muy intensa.
Los Maestros comprendieron muy bien este fenómeno y a través de su silencio, a través de la práctica de Zazen, encontraron –por decirlo de algún modo- la herramienta para parar la máquina. Para detener este ritmo, que siempre tiende a acelerarse y que no tiene fin, del mundo de los fenómenos. Es como la red de Internet: ¿Dónde termina? No termina nunca, uno se pierde, es fascinante.
Los Maestros descubrieron Zazen, la posibilidad de detenerse un momento, de sentarse aquí ahora en el medio de los fenómenos, en el medio de nuestras circunstancias.
Entonces, tenemos la posibilidad de concentrarnos en la postura -una postura de equilibrio- que el silencio vaya entrando, que la respiración se haga más lenta, tranquila y que los pensamientos pasen más espaciosamente.
Le damos la posibilidad a la vida absoluta para que brote. Siempre está ahí, pero está encapsulada, envuelta en la red de los fenómenos.
Zazen posibilita que uno se encuentre.
Solemos decir: “Zazen nos hace verdaderos”. Nos hace verdaderos, porque ahí está el ser completo, el auténtico sí mismo sentado en medio de las circunstancias, simplemente respirando.
Y, de algún modo, las cosas encuentran su orden. Al sentarse en Zazen uno puede descubrir que esta loca carrera no me lleva a ninguna parte.
Esta loca carrera no produce la felicidad que yo pensaba que me iba a producir. Sí, sí, sí... por momentos aparece un poco la felicidad -no hay que negarlo- pero siempre es: ilusión-desilusión, éxito-fracaso, bien-mal, más-menos...
Y como al nacer entramos dentro del tiempo, el tiempo se va, se va, se va, se va…. Y pasa muy rápido…Y un día: “¡Señor, se acabó, llegamos a la terminal!”
Los Maestros encontraron y mostraron esta práctica de Zazen. Y la mostraron para todo aquel que tenga sed.
La práctica de Zazen es como una fuente, como un cuenco. El agua del espíritu, la sabiduría de siglos, la sabiduría del universo está ahí en esa fuente, pero tú tienes que tener sed. Y no solamente tienes que tener sed, sino que tienes que tener piernas y energía suficiente para ir a ella y beber... y sentarte.
Sentarte junto a aquellos que vienen de distintas circunstancias. Son distintos egos que vienen, vienen, vienen. Y se juntan. Se juntan para, conjuntamente, ir más allá del ego, más allá del egoísmo y simplemente sentarse.
En el instante de sentarse -al normalizar la respiración, el ritmo del corazón y el fluir la mente- esa vida esencial aparece. Y entonces ese ser humano, con problemas, con dolores, con diferentes cuestiones, se contacta consigo mismo. Esto es: se contacta con el Universo, con la Naturaleza.
Nosotros tenemos una experiencia que se repite siempre, o sea que es científica.
Una vez, hace más de 20 años, nos habían entregado un ramo grande de flores. Como eran muchas para ponerlas en el altar del zendo, lo dividimos y pusimos unas pocas flores en el altar y las otras las repartimos en los distintos ambientes de la casa. Y las flores que estaban sobre el altar vivieron tres veces más que las otras que estaban en el resto de la casa. Hay energía, natural, profunda, que hace que esa flor -espíritu sensible- lo perciba. El resto de las flores se fueron muriendo… mucho antes.
En la medida en que no nos damos cuenta y nos quedamos atrapados en la red de los fenómenos, también nos vamos marchitando.
Para saber si hace frío o calor, cada mañana encendemos el televisor; es automático: “¡Ah, sí, ufff qué frío!”. “¡Oh, sí, hoy va a estar nublado!”.
Podemos probar de apagar el televisor y abrir la ventana: “¿Qué pasa, vida, qué pasa?”.
Y esta pequeña cosa puede cambiar completamente nuestro día.
Pero estas pequeñas cosas... después de todo, nuestra vida son pequeñas cosas, pequeños momentos, ¿no es cierto? Nuestro camino son pequeños pasos: tic-tic-tic…Un largo camino se hace de pequeños pasos. Un instante, un instante, un instante…un encuentro, una despedida, una partida, hola, cómo estás, adiós…
Como dije al principio, podemos hablar de Zazen; porque Zazen es algo tangible, algo vivo. Zazen puede aportar paz, bienestar, armonía, equilibrio, en nuestras vidas. Como dije, es necesario tener sed, buenas piernas y voluntad para ir y sentarse.
Y por un momento, dejar la familia, la oficina, los amigos, apartar todo hacer y encontrarse. ¿Con quién? Con el único ser que casi no conoces: ¡Éste que está aquí!
Es una oportunidad maravillosa, porque en la medida en que no te conoces el contacto que estableces con los otros es solamente fenoménico y superficial.
En esta vida fenoménica, en esta vida relativa que llevamos todos... ¿Qué buscamos? Buscamos seguridad. Necesitamos tener seguridad, buscamos ansiosamente tener seguridad.
Buscamos seguridad en una cuenta de banco, seguridad en una persona, en el esposo, en la esposa. Buscamos seguridad en una profesión, en un título. Buscamos seguridad, necesitamos seguridad.
Somos tan, tan frágiles. Y cuanto más cosas buscamos más frágiles devenimos. Cuanto más tratamos de buscar seguridad, de apoyarnos en esto, aquello o lo de mas allá... menos la encontramos.
Porque, ¿qué pasa? Parece que al principio esto está sólido, pero veo que el banco quebró, el negocio se derrumbó, mi compañero se fue. Mi hijo creció, se fue, me quedé solo... yo, que había pensado tanto en él para que siguiera mi profesión…
No podemos encontrar seguridad en ninguna parte. Y les digo que, de verdad, jamás la vamos a encontrar mientras sigamos buscándola de esa manera.
Porque hay una sola cosa que es completamente segura, una sola cosa, y es que nos vamos a morir.
¡No hable de eso! Qué palabra fuerte…¡La Muerte! No, no, no quiero saber nada de eso. Tratamos de escapar... la muerte es negra, insondable, un abismo desconocido y sin fin. Pero es lo único seguro que tenemos.
Podemos tardar años en morirnos, podemos tardar una hora. Dentro de una hora puedo estar muerto. Eso va a ocurrir en algún momento: Es lo único seguro.
Pero me da miedo; y como me da miedo trato de escapar. No, no, no, no… me voy a comprar un auto nuevo…el último celular, el último modelo, hablo con la polola… bla, bla, bla, bla…
Y así, a la muerte, le pongo encima un barniz , la tapo con una mantita, no se hable más de eso...
No sé si vieron, cuando muere alguien famoso: “Hagamos un minuto de silencio”. Y al cabo de algunos pocos segundos… ya está, ya está… El silencio se parece a la muerte.
Al maestro Atahualpa Yupanqui, alguna vez le preguntaron por un amigo que había fallecido, y él dijo: “Entró en el gran silencio”.
A la muerte se la compara con el silencio. El silencio nos evoca la muerte.
Por eso, no pocas personas le tienen miedo al silencio. Y están en el ascensor inquietos, incómodos y buscan alrededor para hablan con alguien. Dicen: “Qué calor hace hoy”… Porque el silencio les recuerda la muerte.
Cuando hay una muerte cerca nuestro, un pariente, incluso algún desconocido, ese hecho toca nuestra propia muerte…” Bueno, bueno, bueno…. Tengo que hacer… estoy ocupadísimo….” Y escapan lo antes que pueden.
No es fingido, es real, no somos concientes pero eso es lo que hacemos, eso es lo que nos pasa.
No estoy tratando de ponerles ideas en su cabeza. Si ustedes son sinceros con ustedes mismos, eso es lo que nos pasa.
Y hagamos lo que hagamos, no podemos escaparnos de la muerte.
No podemos, no hay manera. El otro día, una persona me dijo que los científicos estaban estudiando la forma de encontrar la inmortalidad. No sé para qué, pero eso es lo que nos gustaría. Fíjense que incluso muchas religiones hablan de “la vida después de la vida”, “la vida después de la muerte”. “Cuando te mueras –si te portas bien – vas a ir al Cielo, a la Tierra Pura”
Es decir, una promesa de que si no puedo evitar la muerte… bueno, por lo menos, algo debe haber…
Pero nadie volvió de la muerte para explicarlo.
Si bien hay algunos que han escrito libros y dicen que tuvieron experiencias de la muerte, no sé…puede ser.
Cuando al Buda le preguntaron sobre la muerte, él cerró su boca. Él sentía que no era tan importante saber si después de esta vida vamos a tener otra.
Lo importante es cómo vivimos ahora este momento.
Lo realmente importante es si podemos - en este momento- estar en contacto con este sí mismo que está aquí desde siempre. Es decir: con el universo entero, con todos los seres.
Y hagamos lo que hagamos el tiempo corre…tomemos un taxi… tic, tic, tic…”¡Uuuuhhh… ya pasaron 40 años! ¡Me estoy quedando pelado, mira estos rollos…!” Va rápido, va rápido.
Y no podemos escapar de eso.
En la medida en que podemos detenernos -dejar de movernos, encontrar la postura de equilibrio, serenar la respiración, serenar la mente- entramos en el silencio. Dicho de otra manera, es una pequeña muerte, la muerte del ego.
Sólo ahí, sentados, podemos descubrir que la vida y la muerte son la misma cosa. Van juntas, son las dos caras de la mano: la vida y la muerte, la muerte y la vida, la vida y la muerte... van juntas.
En cada respiración, vida. En cada respiración, muerte.
Cada instante es un instante que te acerca a la muerte. Pero cada instante es un instante en que la vida está ahí, en ti, fuerte y poderosa.
Solamente dejando de escapar, comprendiendo que todo lo que hacemos es un vano intento de escaparnos de esta muerte que nos espera en alguna parte, cuando nos sentamos y decimos: “¡Aquí estoy! Estoy muriendo, sí señor. Y es por eso que estoy vivo, ¡Sí señor!”. Entonces la vida toma otro sentido, la relación con los otros toma otro sentido. Tus contactos con el otro se hacen verdaderos.
¿Qué tienes que perder?
No tienes nada que perder, estás muerto, te estás muriendo, ¿qué tienes que perder?
Si alguno de ustedes estuvo en contacto con alguien con una enfermedad terminal... no digo que todos puedan hacer ese proceso. Pero cuando aceptan, aparece una cierta beatitud en la cara, los rasgos se relajan. ¡Están vivos! Se están muriendo pero están vivos.
Al mismo tiempo, no tienen tiempo que perder, no tienen tiempo para ser hipócritas, diplomáticos, para fingir. Simplemente si tienen que decir algo lo dicen, sin importar que lo que se está diciendo sea agradable o no. ¿Para qué dar vueltas, si no tienen tiempo?
La dificultad que tenemos, envuelto en el mundo de los fenómenos, es que creemos que tenemos tiempo.
Pero no hay edad, no hay tiempo. ¡No tenemos tiempo! Alguna vez al Dalai Lama le preguntaron: “¿Cuál es el motivo de nuestra existencia aquí, en este mundo?” Y él contestó: “Ser felices”
“Ser felices” significa disfrutar, vivir con plenitud cada momento. Incluso puede ser un momento doloroso, puede que uno tenga alguna dolencia, el funeral de un ser querido, una pérdida… Pero uno está ahí, disfrutando, viviéndolo, sea lo que sea lo que ese momento traiga.
Hay una historia en donde el hijo de un monje había muerto. Y estaban todos: el monje, sus compañeros, algunos familiares y amigos. El padre-monje se puso a llorar y la gente dijo: “¿Cómo, un monje llorando?” Y él respondió: “Si no puedo llorar ahora, ¿cuándo podría hacerlo? Ahora estoy frente a mi hijo muerto y lo estoy llorando”. Y está muy bien. Es decir: estás viviendo tu vida plenamente, sin fingimientos.
Para llegar a ese punto es importante encontrarse con uno mismo, comprender que no hay modo de escaparnos de la muerte porque la vida y la muerte van juntas.
La vida tiene sus dificultades, sus días nublados y sus cosas bellas. Y, de algún modo, la muerte también tiene su belleza.
Cuando podemos morir, creamos un espacio de libertad en nosotros mismos.
Un maestro decía: “Al sentarte en Zazen tienes que morir”. Morir para todo el egoísmo. No hay nada que perder, nada que ganar. Todo lo que necesitas está en ti.
Si ustedes miran un poco la naturaleza… y ahora en la primavera están las flores, los pájaros. Si van al mar están las olas, los peces… Cada ser en este mundo tiene lo que necesita: si su necesidad es pequeña, su espacio es pequeño, si su necesidad es grande, su espacio es grande.
Y lo mismo con los seres humanos. Tenemos miedo y queremos asegurarnos. Que no nos falte comida, que no nos falte dinero. Pido un préstamo en el banco, uso la chequera, especulo con la tarjeta de crédito... lleno el refrigerador, el freezer... pero nunca estoy satisfecho, nunca, nunca, nunca.
Y nunca lo estaré, mientras no comprenda que: “Así como estás, estás muy bien.”
Lógicamente tienes que trabajar, ganarte el sustento... tienes responsabilidades con tu familia. A lo mejor tus padres están mayores y los tienes a tu cuidado, tus hijos son niños pequeños, tienes que protegerlos.
Pero también la leona protege a sus cachorros. Y sin embargo no tiene miedo a vivir.
El miedo, en realidad, no existe en la naturaleza. Obviamente si un animal más grande se acerca, el más pequeño se asusta y escapa, a eso le podemos llamar miedo. Si acá entrara un toro todos saldríamos corriendo, es natural.
Nuestro problema es el miedo psicológico, el miedo que proviene del ego.
¿Con cuánto dinero te conformarías, cien mil pesos, un millón, dos, cuatro, cincuenta millones? ¿Cuál es el monto que calmará tu miedo? ¿Y todo eso para qué, para seguir siendo infeliz?
No hay forma de llenar ese agujero, el pozo del miedo se va haciendo cada vez más grande.
Zazen nos da la oportunidad de comprender, de encontrarnos con nosotros mismos. De poder disfrutar de lo que tenemos, de lo que somos y aceptar la vida y las circunstancias que tenemos.
Algunas personas dicen: “Mis circunstancias no son favorables”. Yo pregunto: ¿Cuáles circunstancias son favorables? ¿Cuáles son desfavorables?
Hay una atmósfera muy buena ahora. De algún modo, a través de las palabras, mi intención es tocar ese ser absoluto que está en ti. Y decirle: ” ¡Eh! ¡Despiértate, despiértate! Comprende, comprende que hasta ahora has estado dando vueltas, enredado en la red de los fenómenos”. ¡Para, para, para!
No tienes que dejar nada, no tienes que abandonar la familia e irte a los Himalayas. No, solamente tienes que hacer un espacio en tu actividad cotidiana. Busca el lugar en donde se sienta la gente y siéntate junto a ellos. No tienes nada que perder, ¿por qué no intentarlo?
Espero no parecer un vendedor de Zazen (risas).
Tenemos algunos minutos todavía, y a lo mejor alguno quiere hacer alguna pregunta. Entonces yo puedo intentar responderla.
Pregunta 1: Maestro, ¿Cómo debemos relacionarnos con el dolor?
Bustamante: Estando con él... estando con él. Es muy buena su pregunta. Cuando aparece algún dolor, en el cuerpo por ejemplo, la cabeza empieza a trabajar: “Antes no lo tenía, ¿por qué está aquí?”.
Y la mente le va poniendo valor agregado a ese dolor. Entonces tratas de escapar, tomar un calmante para intentar salir rápido.Fíjense lo que ocurre en el mundo de los fenómenos, es muy fuerte.La propaganda farmacéutica dice: “Estás resfriado, tómate talpastilla, consigue alivio inmediato y sigue tu ruta”.
Yo digo: “Estás resfriado, quédate en casa, abrígate bien, ponte en la cama una semana y luego saldrás fenómeno”
Si uno permite que el dolor actúe, cura. Obviamente hay dolores o enfermedades en que hay que ir a ver al especialista.
Pasa lo mismo con el dolor por la pérdida de un ser querido. En la medida que trato de escapar, buscar sustitutos, parece que lo tapo, que lo olvido, pero eso está ahí abajo. Si puedo estar con ese dolor, si puedo hacer el duelo, eso es curativo.
“Ese ser que yo amé acaba de morir. Ha dejado de respirar, su corazón se ha detenido, y yo estoy aquí completamente triste y abatido. Tantos años juntos, caminando juntos, compartiendo tantas cosas... y ya no está más. “
Y lloras... sentimos dolor, y está muy bien, es importante llorar esa pérdida. Pero, hay un momento… “¿Por qué estoy llorando?” “¿Estoy llorando por ti o estoy llorando por mí, que me he quedado solo?”. Y si llego a ese punto digo: ”¡Egoísmo!” Estoy llorando mi soledad. Al darme cuenta, puedo soltar.
El maestro Dogen enseñaba que la práctica de Zazen es intentar ver las cosas tal cual son.
Al principio estoy con ese dolor, estoy llorando ese dolor, pero en algún punto tengo que darme cuenta de “las cosas tal cual son”: Y es que no estoy llorando por ti sino por mí.
Y al llegar a ese punto digo: “Gracias por haberme acompañado en mi vida, me despido de ti, tú sigue tu camino de muerto, yo sigo mi camino de vivo, te recordaré siempre. Pero… sin dolor… tal vez con cierta melancolía.
Intento responder a su pregunta que me parece muy buena. Intente usted hacerte amigo del dolor. Si puede estar con él, en algún momento se disolverá.
Pregunta 2: En algún momento usted habló de que estamos aquí para ser felices. En la búsqueda de esa felicidad, también está con cumplir alguna misión que tenemos en este paso por este mundo. Mi pregunta es- y me la hago todos los días- ¿Cómo descubrir cuál es la verdadera misión que tiene una persona?
Bustamante: Yo digo: sentándose en Zazen y entrando en el silencio. La misión que tiene un cóndor es volar alto, la misión que tiene un gorrión es volar bajito. Ellos son lo que son y actúan en consecuencia. Entrando en el silencio, podrás descubrir cuál es tu naturaleza y cuál tu necesidad.
Yo creo que hay que preguntarle a Zazen, por decirlo de alguna manera. Si uno entra en el silencio, puede descubrir cuál es la misión de este ser esencial, qué forma puede tener mi vida dentro del mundo de los fenómenos para que no sea una vida en vano.
Hace muchos años – ahora está fallecido- conocí a un monje francés, cristiano, había hecho su iniciación en el Sahara, en la Compañía de los Hermanos de Jesús.
Y en su meditación descubrió que su misión era caminar, no demorarse nunca en ninguna parte. ¡Y él caminaba! Llegaba a una casa... nos venía a visitar, si yo tenía manzanas comía manzanas, si tenía arroz comía arroz. Un día le pregunté: “¿Te molesta que fume un cigarrillo?” Me dijo: “Yo no fumo, pero voy a fumar contigo para acompañarte”. Después dijo: “Me tengo que ir”. Y siguió caminando.
Y, bueno... un día, andando por una carretera, un camión que pasaba “mordió” una piedra que salió disparada y le dio en la espalda. Falleció ahí, al costado de la ruta.
Cada uno de nosotros es distinto, no hay que imitar a nadie ni tratar de ser lo que uno no es. Hay maestros que son un ejemplo, como la luz de un faro. Está bien seguir sus enseñanzas, pero cada uno de nosotros tiene que vivir la propia vida, respirar con su propia nariz y actuar de acuerdo a sus circunstancias.
Pregunta 3: Pero, ¿se puede ser feliz sin descubrir la misión?
Bustamante: Me parece que es una pregunta errónea.
Si uno va y se sienta para saber cuál es su verdadera misión… No resultará. Tiene que sentarse sin más, solamente sentarse, vaciarse.
Es como el gato, de repente se incorpora y va para allá... ¿Por qué va para allá? No sabe, pero va para allá.
La misión de nuestra vida esencial, el verdadero sentido de nuestra existencia aquí en este mundo, no lo podemos buscar.
Se puede buscar una persona, un texto en Internet, en una biblioteca, se puede buscar un objeto perdido, pero... ¿Cómo buscar lo esencial en uno? Yo creo que lo único que podemos hacer –y no es poco –es dejar de buscar.
Por un momento, dejar de buscar, dejar de hacer. Nada, aquietarse completamente, hacer silencio e ir hasta el fondo. Y cuando uno deja de buscar y de moverse, “eso” aparece.
Pregunta 4: El Maestro Jesús comentó que: “El que quiera ganar su vida en este mundo con seguridad la perdería. Al contrario, aquel que la perdiera por causa de la tierra pura la ganaría.” ¿Puede comentarlo, o no es necesario hacerlo?
Bustamante: Creo que Jesús, que fue un gran maestro, expresó con esas palabras un pensamiento muy
profundo, que tiene que ver con lo que estamos diciendo ahora.
Cuanto más busco la felicidad, la libertad, más la pierdo. Cuando suelto, cuanto más dejo ir, esa felicidad que ya está en mi, viene.
Es decir: cuando abro mis manos, Dios aparece. Dios está ahí, porque Dios esta en ti todo el tiempo. Lo que pasa es que no lo ves. Todo el tiempo lo estás buscando, en la sinagoga, en la mezquita, en la catedral... en todas partes. ¿Dónde está la felicidad, dónde, dónde...?
Quédate vacío completamente... quieto, muy quieto. Dios está aquí. ¡Está en todas partes! Dios está siempre contigo. Puedes llamarlo de otra manera, pero si estamos hablando de Jesús podemos llamarlo Dios.
Alguna vez alguien me preguntó: “¿Usted como monje, cree en Dios? “
Respondí: “No, no creo, no tengo creencias”.
Dios está aquí. ¿Hace falta que crea en él? No.
Dios está aquí, ahí, está en todo... en una piedra, en el aire que respiro. Y siguiendo las palabras de la Biblia, ¿Quién creó el aire? Dios. ¿Quién creó a los seres? Dios.
Dios está en todas partes, no hace falta creer. No hace falta hacer nada especial. Lo único que podemos hacer -y no es poco- es dejar de interferir, tener teorías, ideas.
Creo que es importante soltar. Porque a veces unos hablan de cristianismo, otros de judaísmo, otros de islamismo... entonces, cuando entran los “ismos”, ¡ah!, ahí empieza el problema.
Es decir: la guerra de los egos. “¡Mi dios es superior!” Es preferible soltar. Si quieres llamarlo Dios, llámalo Dios, si quieres llamarlo Alá, llámalo Alá.
Cuando a Él le preguntaron: “¿Quién eres tú?” Él dijo: “Soy el que soy.”
También se pude traducir: “Soy el que está siendo”. Es decir: soy una presencia aquí ahora. Auténtico sí mismo.
Jesús no inventó su vocación, la sintió. Se iluminó, dirían los budistas. El rayo divino, dirían los cristianos.
No podía dejar de hacer lo que hizo. Y víctima de las circunstancias del momento -Caifás, Anás, Barrabás- le tocó una vida muy dura. Pero su vida fue un ejemplo, porque él vivió su sí mismo hasta el final.
Aunque dicen que en ese instante dijo: “Señor, ¿por qué me has abandonado?” Es decir, como ser humano le temblaron las piernas, pero se entregó... se entregó. Esa entrega es importante.
La vida de los grandes maestros son faros, señales que indican la dirección correcta, pero es aquí y ahora que tienes que vivirlo.
Tienes que encarnar ahora. Tienes todas las posibilidades, todos las tenemos, hombre, mujer, joven, viejo... Por otra parte, no tienes tiempo.
¡No tienes tiempo que perder!
Un poco de silencio.
( campana- silencio-campana después de un minuto)
Muchas gracias.