Sesshin Octubre 2009 - No pierdas tu tiempo
Octubre 2009
Tunquén, Chile
Primer Teisho
Un cielo puro, follaje verde, un horizonte de mar, cada cosa y todas las cosas están en su sitio y se armonizan perfectamente. Y no hay nada que impida que la luz de la mañana avance.
En el Universo no hay nada que esté fuera de lugar, por eso se le llama Cosmos. Cosmos significa orden.
Cuando, dentro de nuestra práctica, se hacen los votos de bodhisattva o de monje, se le llama hacer la Ordenación. Esto significa ordenarse, es decir: entrar dentro del orden cósmico.
Orden significa también equilibrio y cuando el equilibrio se pierde, es el caos, el desorden.
La salud es una forma de equilibrio. Cuando este equilibrio se pierde aparece la enfermedad. Por eso lo que hace la medicina es restablecer el equilibrio.
Hace más de 20 años que estamos viniendo aquí. Hace por lo menos 10 años que estamos practicando regularmente estas Sesshines y siempre veo que hay cosas que no terminan de entenderse.
Samu significa trabajo. Yo sé que trabajo -la palabra trabajo- generalmente tiene muy mala prensa. Trabajo es algo que uno hace para ganarse el pan. Finalmente no está bien pago, a veces falta, a veces es excesivo. Lo asociamos con el esfuerzo y la lucha.
Pero el trabajo en el ser humano es un punto importante: es crear un orden en nuestro entorno.
El tiempo del samu no es el tiempo de socializar, encontrarse y ponerse a charlar. No es el tiempo de contemplar el paisaje ni es el tiempo de andar perdido por ahí, rumiando pensamientos. Es el tiempo de trabajar. No importa que te toque limpiar verduras, asear un baño, barrer el Zendo o juntar papelitos en el parque... no importa la tarea, importa la concentración dentro de esa tarea.
Y veo también que no son solamente los nuevos los que no comprenden el significado de samu, sino también los más antiguos. Y esto crea un doble desorden, porque los más antiguos tienen que dar el ejemplo.
Dentro de nuestra práctica no hay categorías, pero hay gente que lo viene haciendo desde hace tiempo y los más nuevos, los debutantes, miran las personas que tienen años de experiencia. Y entonces se dicen: “Si este se pone a conversar ahí, si le saca el cuerpo al trabajo, entonces yo también voy a hacerlo, debe ser así como se hace esto”.
Entonces se crea la confusión. La gente se confunde y cuando se confunde empiezan los errores, surge el desorden. Ya sabes, es el cáncer. Si eso sigue, es el cáncer. Pero estamos aquí para practicar esta Sesshin, para ayudarnos unos a los otros. Entonces, por favor, intenta ayudar, intenta concentrarte en lo que estás haciendo en cada momento, porque una Sesshin ha de practicarse juntos, todos juntos.
Una pequeña desviación hace que los otros también tiendan a desviarse.
Por ejemplo, durante zazen o durante las comidas, es conveniente ocupar siempre el mismo lugar. Si ocupas un lugar distinto cada vez la gente se confunde: “¿Dónde me pongo?” Se crea un pequeño caos, nada grave por cierto, pero si podemos estar atentos -ir juntos- entonces nos armonizamos, no solamente con nosotros mismos sino también con el resto de la sala y con todo el Universo.
Yo sé que algunas personas aquí, practican regularmente dos o tres veces por semana con la Sangha. Y que también se sientan en la mañana, y a veces a la tarde, en su propia casa. Pero hacer 5, 10, 22 horas de zazen no es ningún mérito si no lo podemos poner en práctica en lo cotidiano, en el quehacer diario. Después de todo pelar verduras, asear un baño, hacer la cama, barrer un patio, es lo que hacemos todos los días: es ahí donde debemos expresar la profundidad de nuestra práctica. ¡Es la oportunidad!
Hasta que no se entienda esto íntima y profundamente, hasta que no se meta en nuestro duro cráneo, en nuestro corazón, siempre habrá motivos para sufrir.
Esta Sesshin es una oportunidad para dejar nuestras diferencias personales, nuestras distracciones y concentrarnos en lo que estamos haciendo aquí ahora.
No perder el tiempo. La vida es un instante.
Antes de viajar -estábamos por tomar el auto que nos conduciría al aeropuerto- algunas personas, que no estaban enteradas, vinieron a la práctica de la Ermita. Salí a la puerta a decirle que hoy no habría zazen. Uno de ellos se descompuso, se empezó a sentir mal: hubo que llamar a la ambulancia, vino la policía... Empezó a perder signos vitales y finalmente murió. Casi tan rápido como lo estoy relatando.
Murió ahí, en la vereda, rodeado de los policías, los paramédicos y nosotros.
Cinco minutos antes habíamos estado hablando, les dije: “Hoy no hay zazen en la Ermita, pero si quieren vengan conmigo, vamos a Chile”. Se rieron… Ese hombre murió ahí, en un instante. Tenía 49 años.
Naciste en un instante y puedes morir en un instante.
No pierdas tu tiempo, comprende que esta maravillosa práctica, legada por los grandes Maestros, está aquí para ayudarnos, para que podamos ir juntos con todos los seres, juntos. Entonces sentémonos juntos, comamos juntos, trabajemos juntos.
Cuando nos distraemos, cuando seguimos nuestra vía personal, aparecen los roces, las confusiones.
El maestro Dogen dijo: “No pierdas tu tiempo, y abócate a la Vía”.
La vida y la muerte están aquí, ahora. No tenemos tiempo para ser perezosos, para distraernos. Tenemos la oportunidad de estar aquí, entonces quedémonos aquí. Aprovechemos cada instante, sigamos el ritmo de la Sesshin, sigamos a la Sangha.
Y cuando se puede hacer eso... ¡Ah! Es tan simple, tan fácil. A la noche uno se acuesta y duerme, duerme... Suena la campana y uno se despierta. Un poco de ejercicios -que no matan a nadie y hacen bien para el cuerpo- y luego Zazen y luego -como hay un poco de hambre- el desayuno. Luego samu... cada cosa en su sitio... ¡Cada cosa!
Hay unos versos del maestro Dogen que dicen: “Cuando el pájaro vuela en el cielo, él es el pájaro.
Cuando el pez nada en el agua, él es el pez.”
En cada momento tenemos la posibilidad de expresarnos de diferente manera, pero si lo hacemos juntos creamos un Cosmos. Nos ponemos en consonancia con el Universo entero y devenimos Uno con todos los seres.
Sólo tenemos que dejar de interferir, soltar nuestras categorías, nuestras preferencias, nuestras costumbres y entregarnos al ritmo de la Sesshin, al ritmo del Universo entero que está funcionando aquí, ahora.
Alguien dijo: “¡Uhhhh, cinco días de Sesshin!” Mira, ya estamos en el segundo e inmediatamente estaremos terminando. No pierdas tu tiempo, por favor.
Si estás aquí, quédate aquí, suéltalo todo y entrégate a este devenir cósmico.
Segundo Teisho
El discípulo se acercó al maestro y le preguntó: “¿Dónde está la Verdad? “
El maestro respondió: “La Verdad está aquí, delante de nuestros ojos”
Dijo el muchacho: “¿Y por qué si está aquí, delante de nuestros ojos, yo no puedo verla?”
“No puedes verla a causa de tu egoísmo”
“Si yo no puedo verla a causa de mi egoísmo, ¿tú puedes verla?”
El maestro dijo: “Cuando hay “yo” y hay “tú”, la cosa se complica y la verdad desaparece”.
Este es un koan. Cuando hay yo y hay tú, la cosa se complica y la verdad desaparece.
Tú, yo, los otros, son una parte importante de nuestra existencia, pero son sólo una parte. Y es ésa parte la que no nos permite alcanzar la Verdad.
Hace algunos siglos atrás un hombre, René Descartes, después de mucho pensar enunció lo siguiente: “Pienso, luego existo”.
Es correcto, pero es sólo una parte de nuestra existencia. Porque aunque no pienses, igual existes. Es por eso que el Maestro Dogen, en el Fukanzazengi -las primeras instrucciones para la práctica de zazen- cuando se refiere a la actitud justa de la mente dice: “Pensar más allá del no-pensar. Pensar desde el fondo del no-pensar”
¿Cómo es pensar desde el fondo del no-pensar? Más allá del pensar-no-pensar.
La cabeza no puede resolverlo, porque la cabeza dice yo y dice tú, y entonces se complica. Hay que pensar desde el fondo del no-pensar, ésa es la enseñanza de los Maestros, ésa es nuestra práctica.
Cuando veo sus espaldas durante zazen, me doy cuenta cuando alguien está pensando porque la cabeza tiende a caer. Es señal inequívoca de que hay muchos pensamientos en la mente de esa persona. Pensando, pensando, pensando... La cabeza cae, la espalda se encorva, nos apoyamos en los riñones, la respiración se dificulta, el corazón trabaja con esfuerzo... y la producción de pensamientos es cada vez mayor.
Cuando nos mostraron la postura correcta de zazen, nos enseñaron a cruzar las piernas y a bascular la pelvis, haciendo que el vientre sobresalga un poco, presionando suavemente hacia delante, desde los riñones, la zona lumbar. Entonces así es fácil mantener la espalda derecha, la columna recta, recoger el mentón, soltar los hombros. Porque si es cierto que de tanto pensar nuestro cuerpo va tomando una actitud encorvada, también es cierto que al corregir esta postura los pensamientos tienden notoriamente a disminuir.
Algunas personas que no conocen zazen, que tienen una vaga idea, piensan que es poner la mente en blanco o tener visiones esotéricas.
Zazen es pensar desde el fondo del no-pensar. Observar cómo aparece el pensamiento, estar con él un instante y dejarlo pasar. Para eso es importante estirar la espalda y recoger bien el mentón. De ese modo podemos dejar pasar los pensamientos. Pero a veces nos distraemos y un pensamiento nos engancha y nos lleva, encadenándose con otro y otro y otro… Y la cabeza tiende a caer.
Y somos como esos toros de la Exposición Rural, que tienen un aro en la nariz. El cuidador los lleva tirando de la cuerda atada al aro. Así te arrastra el pensamiento y te lleva lejos, lejos, lejos, lejos… y la Verdad desaparece.
Y cuando la Verdad desaparece, aparecen los dolores, el malestar, la ansiedad, la angustia y el sufrimiento.
Hemos recibido esta maravillosa práctica a través de los Maestros, y es tan simple, tan obvia.
Cuando el Maestro Dogen regresó de China a su tierra natal, el Japón, le preguntaron: “¿Qué has traído, cuál es tu enseñanza?” Él dijo: “Los ojos horizontales, la nariz vertical”
Parece una verdad de Perogrullo, pero es una verdad rotunda. Cuando los ojos están horizontales, la nariz está vertical. Todo está en equilibrio. Las orejas están en la misma línea que los hombros, la respiración fluye fácil, serena, íntima, profunda. Se hace más lento el respirar y, al mismo tiempo, más efectivo.
Cuando la respiración se hace lenta y profunda, los pensamientos tienden a disminuir.
Yo, tú. Está muy bien. El pensamiento es importante, pero si tenemos cierto grado de sabiduría – y todos lo tenemos – no debemos permitir que el pensamiento nos lleve por el aro de la nariz y nos arrastre hacia el dolor y el sufrimiento. Acá mismo podemos corregir, desandar ese camino erróneo.
Cuando cada cosa está en su sitio -eso se llama equilibrio- la respiración fluye fácil, la mente fluye fácil.
El pensamiento es necesario. El Maestro Sawaki decía que el pensamiento es como el jugo gástrico, una segregación de nuestro organismo. El jugo gástrico es necesario para una buena digestión, pero cuando es excesivo: úlcera.
Aunque no sea muy evidente, en nuestro mundo actual hay muchos seres que andan con la cabeza bastante agujereada: úlcera.
La mayor cantidad de enfermedades de este siglo XXI nacen en la mente.
Dejar pasar los pensamientos…
El koan termina diciendo: “Cuando no hay yo ni hay tú, ¿quién está ahí para verlo?”
Creemos que si no pensamos no existimos, y sin embargo existimos más allá del pensar o del no pensar.
Pero no es necesario filosofar acerca de esto, es suficiente con concentrarse en la postura correcta: estirar bien la espalda, recoger el mentón, soltar los hombros, verificar la tensión justa de los pulgares. Si el canto de las manos está en contacto con el hara, podemos sentir allí el ritmo de la respiración.
Respiración profunda, tranquila, sin esfuerzo, silenciosa, el corazón latiendo a su ritmo natural, el pensamiento fluyendo a su ritmo natural.
Fluye la mente, fluye la postura, fluye la respiración…
Quédate quieto, quieto, completamente quieto y silencioso. Sólo por un instante, dejando pasar los pensamientos.
Entre pensamiento y pensamiento la Verdad aparece y desciende sobre ti.
Pero... ¿Quién está ahí para verla?
El maestro Sawaki decía que zazen es un zafu vacío iluminado por la luz de una vela.
Estás aquí, quédate aquí. Sólo un instante.
Deja pasar los pensamientos, deja pasar la respiración, deja pasar los siglos.
Un instante, una respiración.
Tercer Teisho
Pensar desde el fondo del no-pensar.
¿Cómo pensar desde el fondo del no-pensar?
No pensar.
Algunos creen que “no pensar” es poner la mente en blanco. Hay uno que decía: “Cuando tengo muchos pensamientos me imagino una pantalla de cine, blanca, y me concentro ahí y los pensamientos desaparecen”
En realidad, lo que ocurría era que estaba pensando en una blanca pantalla de cine... y pensaba que no pensaba.
El Maestro Dogen dice: “Pensar desde el fondo del no-pensar”
Desde muy antiguo los Maestros encontraron una fórmula práctica para cortar con la cadena de pensamientos. Esta es: la acción justa.
Cuando estamos en acción, concentrados en lo que estamos haciendo, la cadena de pensamientos se corta. Si uno está realizando alguna actividad física -serruchando una madera, por ejemplo, martillando un clavo o rastrillando el pasto- y quiere hacer una suma o una resta, no puede. Para hacerlo tiene que detenerse.
Es por eso que los maestros insisten cada vez en esta “acción justa”. En una Sesshin cada actividad, cada momento, tiene sus gestos y sus formas. Porque cada momento requiere de una acción que tiene su forma y su ritmo.
A veces hay que andar rápido, a veces lento y a veces hay que quedarse quieto.
A veces hay que callar y a veces hablar. Y así, de momento en momento, la acción va desarrollándose y la mente se mantiene quieta y en calma.
La mente es una parte importante de nuestro ser. La mente crea -y sigue creando- infinidad de cosas útiles. La mente ha creado un lenguaje y ese lenguaje sirve para definir las cosas y las personas.
Había uno que en la escuela lo llamaban por su apellido, en la familia le decían Patricio, los amigos lo llamaban Pato y la mamá... Nene. Pero él seguía siendo el mismo.
Llamen como te llamen, en esencia, sigues siendo el mismo; tu ser esencial no cambia. No cambia en absoluto, no aumenta ni disminuye. Pero el común de las personas, que adhiere a la mente y se apoya en la razón y en las palabras, si le dicen: “Tú eres hermoso, eres el mejor”, se inflan como un palomo.
Y si le dicen: “Eres gordo, feo, petiso y pelado”, entonces se enojan, se ofenden y se molestan.
En esencia, llamen como te llamen, tú sigues siendo el mismo.
Si podemos comprender íntimamente esto, entonces podremos ir más allá del pensar- no-pensar. Ponernos en cada momento en la acción justa y utilizar la justa energía para cada momento.
De otro modo seremos influenciados, influenciando a su vez a otros e induciéndolos a cometer errores. Lastimamos y nos lastimamos a nosotros mismos.
Ir más allá del pensar-no-pensar.
La forma de la Sesshin es ideal para eso porque no es necesario pensar nada. La estructura nos guía. Sólo tenemos que dejar de interferir, de resistirnos y dejarnos llevar por ese ritmo. Acostados, sentados, de pie, caminando, la forma esencial no cambia. Sólo cambian las circunstancias, solo cambia nuestro ritmo.
A veces nuestros ritmos se alteran y nos sacan de nuestro centro. Pero si conocemos el camino de retorno, el camino a zazen, entonces muy rápidamente podemos volver a centrarnos, volver a encontrarnos con nosotros mismos, con ese ser esencial que está ahí, más allá de las circunstancias, más allá de las palabras, más allá del pensar o del no pensar.
Esto es lo que se llama confiar en el sí mismo.
Confía en ti. Sólo intenta no interferir. No pelees contus pensamientos porque no puedes parar la mente contu mente. Es como meter la mano en el agua para tratar de parar las ondas. Lo que haces es producir más ondas.
Déjalo, déjalo ir, suéltalo completamente, no interfieras.
Deja pasar los pensamientos como dejas pasar el aireen cada respiración.
Cuando encuentras tu centro, aquí ahora, la vida te conduce, te alimenta. No hay que hacer nada especial, sólo dejar pasar los pensamientos y no interferir.
Y cuando tengas algo en lo cual pensar, cuando llegue ese momento en que necesites reflexionar sobre un tema en especial, entonces siéntate a pensar. ¿Y eso qué es? ¡Acción justa!
De otro modo el pensamiento, como segregaciones de nuestra mente, están ahí todo el tiempo... run, run, run, run, run… Gastas energía, te fatigas inútilmente.
Nuestra práctica es muy simple. Los Maestros descubrieron que la vida es simple. Y a través de zazen podemos reencontrarnos con esa simpleza, esa sencillez y esa economía.
Nada especial. Pero entonces la mente, a ese nada especial, le llama “Iluminación”, le llama “Despertar”. Está bien llamarlo así, es eso, pero no es un cielo de fuegos artificiales ni formas extravagantes. Simplemente es estar ahí en el momento justo realizando la acción justa.
Cuando tengas que pensar, siéntate a pensar. Si estás aseando el baño, descansando o leyendo una revista, sólo haz eso que estás haciendo.
El Maestro Roshi Sama decía, casi como una muletilla: “Just do it”, sólo hazlo.
Sólo haz eso que estás haciendo ahora.
Sólo aquí-ahora.
Sentado por un instante... ahora... toda la eternidad.
Cuarto Teisho
El rumor del mar.
Es sólo agua, y sin embargo... ¡Qué potencia!
¡Qué energía!
En diversas oportunidades, el Maestro Dogen compara a la Luna con la iluminación y al agua con los practicantes. A veces también con la práctica o con la Sangha.
Cuando estamos fuera del Zendo vistiendo nuestras ropas civiles, cada uno tiene su personalidad, sus opiniones, sus categorías. Cada uno es diferente.
Entonces entablamos relaciones de amistad. A veces hay roces, desavenencias. Nuestras diferencias hacen que nos acerquemos o nos alejemos. Pero cuando vestimos el hábito negro y nos sentamos juntos en zazen, toda diferencia desaparece y surge - semejante a la energía del mar- la gran energía de la práctica.
Esa es la importancia de practicar juntos. Ir juntos más allá de nuestras opiniones y nuestras diferencias. Juntos, juntos con todos los seres.
Sentados aquí y ahora, no nos sentamos sólo para nosotros mismos, para lograr la iluminación o para nuestra propia satisfacción personal, es más allá.
Al devenir Uno con todos los seres, generamos una gran energía. De ese modo, y sin hacer nada especial, ayudamos a todos los seres y nos armonizamos con la naturaleza.
Si puedes recordar, si puedes llevar esta postura de zazen a todas tus actividades, esta energía de la Sangha se mantiene en ti durante mucho tiempo. Y cuando comience a languidecer, entonces retorna otra vez a zazen.
Suéltalo todo y entrégate a la práctica. Juntos, compartiendo el mismo aire, el mismo espacio, el mismo Universo, juntos. Una sola respiración... ¡Juntos!
El rumor de la Sangha.
Quinto Teisho
En el Shobogenzo, el Maestro Dogen tiene un capítulo llamado: UJI. UJI puede ser traducido como: Ser-tiempo, o también tiempo-existencia.
Todo lo que existe, existe en el tiempo. Mejor dicho, todo lo que existe es tiempo. Tu cuerpo es tiempo, tus sentimientos son tiempo, tu mente es tiempo, y todo lo que te rodea es tiempo.
Es por eso que el Buda dijo: “Este cuerpo nacido de madre, en un momento se enfermará y morirá”: tiempo. Y él agregó: “Pero el Buda que cada uno de nosotros es, vive eternamente en la Verdad y en la Ley”.
En el momento de nacer ocupamos un lugar en el espacio y un espacio en el tiempo. Somos seres de un tiempo determinado y nuestra vida está determinada por el tiempo.
Pero el Buda que cada uno de nosotros es, vive eternamente.
Como el cuerpo, la mente, el pensamiento son tiempo, entonces puedo decir: Ayer, hoy, mañana; allá, allí, aquí. ¡Tiempo!
Toda nuestra vida y nuestras interrelaciones se mueven dentro del tiempo.
Pero en las Instrucciones para zazen el Maestro Dogen dice: “Pensar desde el fondo del no-pensar. Ir más allá del pensar-no-pensar”. Pensar es tiempo. Ir más allá del pensar-no-pensar, es ir más allá del tiempo-no-tiempo.
Vienes, entras al Zendo, te sientas en zazen en la postura correcta, estiras la columna, recoges el mentón, sueltas las tensiones innecesarias, observas tu respiración, observas el fluir de los pensamientos en tu mente. Los pensamientos llegan... se van: ¡Tiempo!
Pero entre un pensamiento y otro pensamiento- en un instante- se abre una brecha y el Buda aparece.
Sin embargo, ¿Quién está ahí para verlo?
Cuando lo quieres atrapar, cuando lo quieres explicar, entras otra vez en el tiempo. ¿Quién está ahí para verlo? Y sin embargo ese tiempo-no-tiempo, ese Buda, es real. Existe en ti desde siempre sin principio ni fin y surge cuando el pensamiento desaparece. No lo puedes buscar. El Buda está ahí pero no lo puedes buscar, porque buscándolo lo buscas en el tiempo. Y nuestra existencia búdica es más allá del tiempo-no-tiempo.
Es inútil. Sólo puedes adoptar la postura correcta, el respirar correcto, el fluir correcto de la mente, y en un instante ¡Uaff!. Pero... ¿Quién está ahí para verlo?
La Sesshin, con un comienzo, un medio y un final, es tiempo. Pero zazen es Buda, zazen es sin principio ni fin. Siempre que te sientas, ahí está, brota desde ninguna parte y va hacia ninguna parte. ¡Ahí está! ¿Quién está ahí para verlo? No lo puedes explicar.
Por eso, cuando alguien te pregunta, sólo puedes mostrar la postura. Y es lo mejor que puedes hacer porque sólo puedes mostrar lo que está en el tiempo.
Pero esta postura justa en el tiempo justo, es lo que posibilita que el Buda aparezca. Que brote con claridad y lo llene todo. Nacer es un instante: ¡Tiempo! Morir es un instante: ¡Tiempo! Nuestra vida es un instante: ¡Tiempo! Pero en ese instante aquí ahora podemos ir más allá del tiempo-no-tiempo.
Soltarlo todo: soltar los hombros, las tensiones innecesarias en el rostro, en la espalda o en las manos. Alcanzar el tono justo. Entonces, todo en ti da el tono justo. Y cuando el tono justo se alcanza, el Buda aparece por sí mismo. Sin buscarlo, sin hacer nada especial, simplemente brota aquí ahora.
Es por eso que, en el Fukanzazengi, el Maestro Dogen dice al final: “No pierdas tu tiempo y abócate a la Vía.”
Tú sabes, esas flores, esas pequeñas flores que ves allí afuera... tan bellas. Esas flores de cactus han de durar 2 o 3 días, una semana cuanto mucho. ¿Cuánto dura tu vida? ¿30, 40, 80, 120 años? ¡Tiempo!
Pero nuestra vida real es un instante. ¡Este instante!
Y en este instante puedes soltarlo todo, abandonarlo todo completamente y sólo sostener la postura; dejar que aire te respire, que la mente fluya, abandonándola, arrojando cuerpo y mente.
Sólo quédate aquí, completamente libre, completamente abandonado. El Buda que cada uno de nosotros es vive eternamente en la Verdad y en la Ley.
Un instante. Este instante es la forma más acabada de la eternidad. Este instante no tiene principio ni tiene fin. Y en cuanto lo quieres atrapar, lo pierdes: déjalo ir, deja, deja, déjalo todo.
No hay nada que hacer, nada que obtener, nada que buscar. Nada de lo que escapar.
Sólo quédate aquí en lo alto de este instante.
Un instante.
Una sola y única respiración.