Sesshin Abril 2009- Nuestra vida ¿Cómo explicarla?
Sesshin
Abril 2009
Tunquén - CHILE
Teisho 1
Dijo el Maestro Dogen:
“Estudiar la Vía del Buda es estudiarse a uno mismo.
Estudiarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo.
Olvidarse de uno mismo es ser testimoniado por todo el Universo.”
Esas pequeñas frases son la piedra fundamental de toda la enseñanza Zen, la esencia del budismo. Estudiar la Vía del Buda.
Pero, ¿qué significa estudiar la Vía del Buda?
La Vía a veces se traduce como el camino. Obviamente no se trata de un camino, de una carretera o un sendero.
Y, ¿qué significa Buda? No nos referimos ahora al Buda Shakyamuni, esa persona que vivió hace tiempo en otras tierras. Buda significa despierto, despertar, iluminado. Es un estado de conciencia.
Seguir la Vía del Buda es mirar en la propia naturaleza.
En esencia todos somos Buda.
Este fue uno de los primeros problemas con los cuales se encontró el maestro Dogen cuando era jovencito. Él había leído en uno de los Sutras que: “Todos los seres, sin excepción, tienen naturaleza de Buda”.
Y él se preguntaba: “¿Por qué, si todos los seres tenemos naturaleza de Buda, tenemos que practicar?”
Todos los seres, es decir: seres humanos, animales, plantas, peces, aves, montañas, ríos... todos tienen naturaleza de Buda. Y por qué, se preguntaba el maestro Dogen, si todos tenemos naturaleza de Buda. ¿Por qué tenemos que practicar, si ya lo somos?
Ese problema rondaba en su cabeza, y por más que aplicaba su cuerpo y su mente en la práctica de zazen no lograba resolver este koan, este intríngulis.
Hasta que mucho tiempo después se encontró con el maestro Nyojò y practicando bajo su enseñanza, en algún momento, comprendió.
Tiempo después, dejaría por escrito su comprensión. Y en ella modificó esa frase que dice:
“Todos los seres, sin excepción, tienen naturaleza de Buda”.
Él escribió: “Todos los seres, sin excepción, son naturaleza de Buda”.
Esta comprensión es muy clara. Ya somos –aquí y ahora- naturaleza de Buda. No después, en algún futuro más o menos lejano.
Porque cuando se habla de estudiar la Vía del Buda, no se trata de leer o aprender de memoria, se trata de observar, de mirar en nuestra propia naturaleza. Y si aquí-ahora, mentón recogido, espalda derecha, hombros sueltos, respiración calma, miramos en nuestra propia naturaleza, comprenderemos qué somos.
Aquí - ahora y sin excepción somos naturaleza de Buda.
Es por eso que Jesús, cuando le preguntaron “Quién eres tú”, él respondió: “Soy el que está siendo.”
De modo que tú, aquí-ahora, estás siendo naturaleza de Buda.
Pero para comprenderlo cabalmente con todo tu ser, tu mente, tu espíritu, tu corazón, tu cuerpo, tus entrañas, tu médula, tienes que sentarte quietamente y abandonarlo todo. Simplemente sentarte en la postura correcta y abandonar todo completamente, como abandonas el aire en cada exhalación.
De modo que estudiar la Vía del Buda, es estudiarse a uno mismo; es decir, observarse a uno mismo. Porque no es estudiando en los libros o leyendo los Sutras, o conociendo la vida de Shakyamuni Buda o investigando en Google, que vamos a obtener algo. De ese modo no llegaremos a ninguna parte o, en todo caso, tendremos sólo un concepto intelectual.
Estudiar la Vía del Buda es observarse a uno mismo.
Y ¿cómo vamos a observarnos, cómo estudiar esto que está cambiando todo el tiempo, que fluye, fluye, fluye y es impermanente?
“Yo soy el que está siendo ahora”.
Es por eso que el maestro Dogen agregó:
“Observarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo”. Esto significa que no hay un yo que observa y un objeto observado.
Pedro llega, entra a zazen y se sienta en la postura correcta junto a los otros, junto a María, junto a Teresa, junto a Roberto. Juntos. Se deja penetrar por la atmósfera de zazen. Pedro observa su cuerpo, su respiración, deja pasar sus pensamientos y, en un instante, se olvida de sí mismo.
La respiración fluye por sí misma, el corazón late por sí mismo, la sangre fluye en las venas por sí misma, el sol, la montaña, los ríos, el mar fluyen, fluyen, fluyen…
Y en este olvidarse de sí mismo aparece la certificación de todo el Universo. Este que está siendo aquí ahora es certificado por todo el Universo. No hay separación, no hay diferencia ninguna.
Esa misma respiración, ese mismo aire que ahora fluye en tus pulmones, es el mismo aire que respira la tierra y el cielo; que respiran todos los seres: los pájaros, los caballos, las vacas, las montañas. Todos comparten el mismo aire, todos se sientan y caminan sobre la misma tierra. No hay separación.
La separación comienza cuando uno se olvida que es naturaleza de Buda. Entonces empiezan los tironeos del ego. Uno se distrae, se enreda en sus pensamientos y es así como se cometen los errores. A veces son pequeños errores tontos, pero pequeños errores tontos pueden traernos problemas y conducirnos a grandes sufrimientos.
Anoche, en el baño, el agua quedó corriendo. La escuchábamos desde la cabaña, hasta que fuimos a cortarla. La manecilla del inodoro había quedado trabada y el agua corría y corría. Eso significa que la persona que estuvo ahí estaba enredada en las cuestiones de su ego y no estuvo atenta. No es un pecado, no es nada grave; se puede corregir.
Pero si estamos aquí podemos aprovechar la oportunidad para corregirnos a nosotros mismos, observarnos a nosotros mismos, olvidarnos de nosotros mismos. Por ejemplo, no retirarse del toillette hasta que el inodoro haya recargado completamente, no dejar luces encendidas sin necesidad.
Al finalizar el samu encontré, tirado en el suelo, un martillo. Si se está atento no se cometen errores. Si se está atento se puede seguir la Vía del Buda con facilidad. Pero si uno está desatento, hay que darse cuenta y corregir. Porque siguiendo la vía personal, uno se aleja cada vez más y más y más de éste que está siendo ahora. Y va entrando en el mundo de los sueños, de las ilusiones, de las fantasías, del sufrimiento.
Pero zazen nos da la oportunidad de retornar al hogar, de volver a ponernos en contacto con éste que está siendo aquí-ahora.
La mayoría de las veces, uno hace la tarea que hace lo más rápido posible... para después tener tiempo para ir a entretenerse con Internet. O en todo caso procura hacerla bien, porque piensa: “Si la hago bien me van a pagar más”. Ese tipo de cosas nos aleja de nosotros mismos. Perdemos contacto.
Todos los detalles de una Sesshin, los detalles de nuestra práctica, nos guían para que podamos seguir el camino, la Vía del Buda, para ser Espíritu de Buda. Entonces, naturalmente, limpiamos lo que está sucio y lo que está limpio. Pero también limpiamos lo que no está ni sucio ni limpio. Con espíritu Mushotoku, sin buscar ningún provecho o resultado.
De modo que estudiar la Vía del Buda, estudiarse a uno mismo, olvidarse de uno mismo... no es ninguna otra cosa que la acción correcta en el momento. Y la acción es correcta cuando tú estás ahí completamente: cuerpo, mente, espíritu, huesos, médula.
Si estás ahí, entonces no cometes errores, no tienes lagunas, no pierdes las cosas, no te pierdes a ti mismo.
Perderse a uno mismo es, infelizmente, lo que todos hacemos. Corremos detrás de alguna ilusión, tratamos de escaparnos de lo que nos desagrada.
Dejar de perseguir, dejar de escapar y quedarse completamente aquí es observarse uno mismo, olvidarse de uno mismo.
Y esta es toda la enseñanza. Así de simple.
El otro día, alguien estaba picando unas verduras. Yo me puse a su lado y lo observé trabajar. Él me dijo: “Estoy aprendiendo”. Esto significa que cuando uno está atento, aprende. Cuando uno es acción justa -olvidado totalmente de sí mismo- entonces la verdura, el cuchillo, la mano, la mente, el corazón... todo es unidad.
Entonces es fácil.
Observarse uno mismo, olvidarse de uno mismo.
Teisho 2
Esta es la historia de un hombre de unos 50 años, que era gerente de ventas en una gran empresa. Él siempre decía: “En esta empresa yo comencé de jovencito, de cadete, repartía la correspondencia por los escritorios y servía el café. Después trabajé en expedición, después estuve en distintos departamentos y ahora estoy aquí.” Luego fue ascendido a gerente general, después se integró al directorio, después se jubiló y después se murió.
Con distintas variantes, esa es nuestra vida.
Pero, ¿es ésa nuestra vida? ¿Por dónde pasa?
Hay un poema del Maestro Dogen que dice:
“Nuestra vida, ¿Cómo explicarla?
Es semejante a la luz de la luna
reflejada sobre la gota que cae del pico de la garza”
La garza está ahí, en el borde del agua con sus largas patas. Mete la cabeza en el agua para buscar su alimento y de vez en cuando la levanta. En ese instante, una gota cae de su pico. Y, en ese brevísimo instante, la luz de la luna se refleja sobre esa gota que caaaae…
Esa es nuestra vida. Nacemos del gran océano y volvemos al océano.
Y sin embargo, en la brevedad de ese tiempo, la luz brilla en nosotros.
El común de las personas piensa que tiene que hacerse de una carrera, progresar, tener una familia, tener muchos hijos, nietos, crear una empresa, acumular bienes... pero de ese modo, por más que vivamos 100 años ó más, siempre estaremos rodeados de insatisfacción, de angustia y ansiedad.
Y será así mientras no comprendamos cabalmente el verdadero sentido de nuestra existencia -aquí ahora- en este mundo.
Aquí ahora, ¿cómo explicar nuestra vida? No tiene explicación.
Pero una vida plena es aquella que puede, de instante en instante, realizar la acción correcta, el acto que no se contradice, el acto en donde se armonizan mente, cuerpo y corazón.
El Maestro Dogen dejó muy claramente para nosotros esta enseñanza:
“Práctica y Realización son uno”.
Sin práctica no hay realización. Sin práctica podremos ir y venir, subir y bajar, hacernos ricos, volvernos unos sabihondos, acumular una inmensa biblioteca en nuestro cerebro; pero la vida continuará dentro del dolor y la angustia.
Aún dentro del dolor y la angustia esa luz está ahí.
Pero no podemos verla, no podemos apreciarla porque estamos ocupados siguiendo una escala de valores creada por nuestra mente. Pensando que estamos subiendo los peldaños, y que si no podemos subir, entonces estamos estancados, o en peor de los casos, retrocedemos: ¡horror!
¿Es ésa nuestra vida?
El Maestro Dogen dice que para comprender cuál es el verdadero sentido de nuestra existencia, tenemos que observarnos a nosotros mismos, olvidarnos de nosotros mismos…
Fluye la postura, fluye la respiración, fluye la mente ahora.
A veces hay muchos pensamientos, se amontonan, se potencian, forman nudos, remolinos.
Los maestros muchas veces compararon el mundo de la mente con el agua. El maestro Dogen dice:
“Incansablemente
las ondas se forman sobre la superficie del agua
pero no pueden borrar
el reflejo de la luna que mora en ella.”
Sentándonos en la postura correcta, estableciendo una respiración calma y profunda, las aguas de la mente se aquietan. Entonces esa luz que siempre está ahí, ese reflejo de la luna, brilla en toda su potencia sobre nosotros.
Alguien dijo alguna vez que “La vida es esa cosa que pasa sobre nuestras cabezas mientras estamos ocupados haciendo otra cosa.”
Así es en la mayoría de los casos. De este modo nos perdemos este instante, nos perdemos de vivir. Vivimos en el mundo de la mente, el mundo creado por nuestras ideas, fantasías, ilusiones, deseos y temores.
El mismo acto de sentarse, es clarificar la mente. Práctica y realización son unidad.
Cuando nos iniciamos en zazen nos transmiten la postura, los gestos, los movimientos necesarios dentro de la práctica: Gasshó, la forma de las manos en kinhin, en zazen; la forma de caminar, de sentarnos, las prosternaciones... todas estas formas no constituyen una estética, no son solamente parte de una tradición.
Las formas de la práctica son la práctica misma. Porque la forma es la esencia, y la esencia es la forma.
El mundo de la mente es muy volátil, muy rápido, inatrapable.El mundo de la materia, en cambio, es más sólido, más lento. Es por eso que los maestros vieron la importancia de una buena postura.
Cuando uno comienza la práctica de zazen, puede considerar estos movimientos y gestos, opresivos y limitantes. Pero si continúa con la práctica, yendo más allá, encuentra que esto finalmente nos libera.
Sentándose bien derecho sobre el zafu, con las piernas cruzadas, el mentón recogido, sueltos los hombros, tranquila la mirada, relajado el rostro, suave y profunda la respiración, fluida la mente... el cuerpo y el espíritu se vuelven uno, práctica y realización se vuelven uno, forma y esencia se vuelven uno. No hay separación.
Nadie está diciendo que es un pecado hacer progresos laborales, sociales o hacer una carrera. Pero es importante no perder el punto esencial, el motivo esencial de nuestra presencia aquí ahora. Y eso sólo puede ser visto a través de estudiarse a sí mismo, observarse a sí mismo, olvidarse de sí mismo. Y esto que se dice en tres tiempos, no son tres tiempos, sino que va todo junto.
Estudiarse es observarse y observarse es olvidarse.
En realidad se trata de una sola cosa, que puede sintetizarse en: ¡Sentarse! Sólo sentarse.
Es por eso que en medio de este siglo XXI, con la agitada vida de las grandes ciudades y del mundo, estas Sesshines y la práctica de zazen en general, son muy importantes.
Debemos sentirnos agradecidos... a los ancestros, a los maestros, al Buda, el habernos legado esta enseñanza. Porque esta enseñanza es la que nos posibilita que podamos alcanzar el verdadero sentido de nuestra existencia.
¿Cómo explicarlo?
Si quieres explicárselo a alguien, muéstrale la postura de zazen.
Sólo siéntate, y encontrarás la respuesta a todas tus preguntas.
Calma, calma. Si sigues el ritmo de tu respiración y permites que se haga profunda, entonces puedes calmarte.
Si te calmas, entonces las tensiones desaparecen y el dolor se diluye. No necesitarás moverte.
El movimiento nace en tu cabeza. Con tu mente pones valor agregado a tu malestar de rodillas o espalda y lo incrementas. Entonces surge el miedo: te mueves porque tienes miedo. Porque mientras te mueves eres alguien, existes, te están pasando cosas.
Pero si solamente te dejas ir con esta exhalación, las tensiones desaparecen, la mente se aquieta, llega la calma y natural y automáticamente te integras y te disuelves en este instante. Aquí-ahora, te vuelves parte viva de este instante.
Pero la mente dice: “Yo estoy sufriendo, a mí me duele. No entiendo lo que me estás diciendo”.
Luchas contigo mismo y así entras en la cueva del demonio negro, te inquietas, caes en el infierno.
¡Suéltalo ahora! ¡Inténtalo! No hay realmente nada que defender. No vas a perderte ni desintegrarte en la nada si le dices a tu ego que se calme, si lo dejas ir.
Esto que estás viviendo ahora es natural. Todo aquél que transita la Vía lo vive. El Maestro Dogen luchó con sus resistencias, se peleó con sus ideas, hasta que en un instante… ¡Paffff! Todo estalló como una pompa de jabón, se disolvió completamente.
Y entonces pudo legar para nosotros su gran enseñanza. En alguno de sus textos está escrito:
“Abandonando, tornándose completo”.
Exactamente así. Él no dice que hay que abandonarse primero y que, cuando uno se abandona, se torna completo. No, él está diciendo que abandonar es tornarse completo, porque tornarse completo es abandonarse.
Y eso lo puedes hacer aquí, ahora mismo... ¡Suéltalo! ¿Qué estás defendiendo, qué estás reteniendo, por qué te estás peleando contigo, qué quieres demostrar?
Así como estás, estás perfectamente bien, pero tienes que comprender. Ahí entre tus manos, en el hara, está todo lo que estás buscando. Es el corazón mismo de la verdad. Ahí nace y termina el ritmo de la respiración, suéltalo, abandona completamente.
No te demores en seguir tus ideas, tus fantasías, tus ilusiones, déjalas ir. Retorna al hogar, retorna a tu verdadero centro. Presta atención a lo que está ocurriendo ahora en tu entorno. Te crees el ombligo del mundo y que todo lo que pasa te está pasando a ti.
Y sin embargo, si puedes soltar, el huevo del egoísmo se disuelve por sí mismo.
La mañana está luminosa, el mar a lo lejos está calmo, unos perros ladran, el aire fluye en cada respiración... abandonando, tornándose completo.
¡Suéltalo!
Suelta las tensiones del cuerpo y la mente se calmará. El miedo se disolverá.
Empieza por el cuerpo, siente su respiración, el latir del corazón. ¡Estás vivo! Todo en ti está gritando: ¡Naturaleza de Buda!
Y esta Naturaleza de Buda está en todas las cosas, en todos los seres... el mar, el cielo, la montaña, el bosque.
Quédate aquí un instante, abandona, suéltalo.
Todo es, sin excepción, naturaleza de Buda.